explicar con tus propias palabras de que habla el siguiente texto:Uno no encuentra su verdadera cara cuando se mira al espejo. Encuentra un reflejo. Ha ido al encuen to de lo mismo. No ha salido de sl. La identidad se alimenta de la diferencia. Soy yo porque soy parta del mundo, pero porque soy diferente de todo. Existo para testimoniar que todo lo otro que existe es diferente de mi. Existo, a la vez, arrojado a esa diferencia, que es lo que llamamos mundo. El mundo no es el espejo de mi bafle. Me devuelve otras caras, otras expresiones que expresan lo infinitamente expresabie el odio, el amor, el egoismo, la mezquindad, el sadiamo, lo sublime y las ciénagas del horor. Existir en ser diferente. De aqul que no sea posible existir sino en el modo de la identidad. Solo pueda ser diferente, abrirme al vértigo inacabable de la diferencia, desde una identidad lucida, cons ciente, militante. Militante en este preciso sentido sé que sólo puedo ser yo' en la medida en que lo otro me constituye, en la medida en que lo otro' me importa, me otorga espesor, el laborioso espesor del sentido. (.) Decirle al rescatado la identidad de sus padres es entregare la posibilidad de su propia, intransfer ble, verdadera identidad () Sus padres están para empujarlo a la libertad, a la diferencia, a lo nuevo. Para decirle que él no es ellos, no les pertenece no es su botin. Nunca los secuestradores van a poder entregar una identidad a sus hijos, porque se los apropiaron, porque son hijos del secuestro, porque el secuestro es el sofocamiento de toda posible identidad. Sos mic' le dice a su hijo el secuestrador. O ses, le dice: 'Nunca vas a ser vos. Le cercena la identidad No casualmente quienes se unieron a esta lucha de las abuelas (de Plaza de Mayo) son actores y hacen obras de teatro. El actor es un extraño ser que encuentra su identidad a través de miles de rostros. (..) Un teatro de la identidad es un teatro que nos impulsa a buscar lo que somos en medio del vertigo infinito, del maravilloso alboroto de lo que no somos, pero está ahi imebatible, dibujando por contraste nuestra cara, entregando, acaso pasionalmente, un sentido a nuestras vidas.
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La respuesta seria que el hijo es un pirata
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Uno no encuentra su verdadera cara cuando se mira al espejo. Encuentra un reflejo. Ha ido al encuentro de lo mismo. No ha salido de sí. La identidad se alimenta de la diferencia. Soy yo porque soy parte del mundo, pero porque soy diferente de todo. Existo para testimoniar que todo lo otro que existe es diferente de mí. Existo, a la vez, arrojado a esa diferencia, que es lo que llamamos “mundo”. El “mundo” no es el espejo de mi baño. Me devuelve otras caras, otras expresiones que expresan lo infinitamente expresable: el odio, el amor, el egoísmo, la mezquindad, el sadismo, lo sublime y las ciénagas del horror. Existir es ser diferente. De aquí que no sea posible existir sino en el modo de la identidad. Sólo puedo ser diferente, abrirme al vértigo inacabable de la diferencia, desde una identidad lúcida, consciente, militante. Militante en este preciso sentido: sé que sólo puedo ser “yo” en la medida en que lo “otro” me constituye, en la medida en que lo “otro” me importa, me otorga espesor, el laborioso espesor del sentido.
Cuando Estela y sus muchachas (si me permiten, con cariño y respeto, decirles así) rescatan un ser de las manos apropiadoras, lo están restituyendo a su verdadera “otredad”, que es el entorno en que surgió a la vida. Decirle al rescatado la identidad de sus padres es entregarle la posibilidad de su propia, intransferible, verdadera identidad. En estos “otros” (que son tus verdaderos “otros” porque son tus padres, que nunca van a ser “vos” porque no son tu espejo ni te trajeron al mundo para que seas el de ellos) reposa la conquista auténtica de tu identidad. Los otros –los apropiadores– no eran “tus” otros, se apropiaron de tu alteridad. Además, el horror fundante de haberse apropiado de vos les impide –para siempre– tolerar tu identidad, trabajar para ella. Siempre vas a ser un “botín de guerra”. Nunca un hijo. Un hijo no es un botín. Sus padres están para empujarlo a la libertad, a la diferencia, a lo nuevo. Para decirle que él no es ellos, no les pertenece, no es su botín.
Nunca los secuestradores van a poder entregar una identidad a sus hijos, porque se los apropiaron, porque son hijos del secuestro, porque el secuestro es el sofocamiento de toda posible identidad. “Sos mío”, le dice a su hijo el secuestrador. O sea, le dice: “Nunca vas a ser vos”. Le cercena la identidad.
No casualmente quienes se unieron a esta lucha de las abuelas son actores y hacen obras de teatro. El actor es un extraño ser que encuentra su identidad a través de miles de rostros. Vive de la diferencia. Vive de poder expresar lo diferente. Vive, así, de la libertad. Está constituido por innumerables significantes y –a la vez– es un feliz, privilegiado transmisor de todos y cada uno de ellos. De este modo, un “teatro de la identidad” es un teatro que nos impulsa a buscar lo que somos en medio del vértigo infinito, del maravilloso alboroto de lo que no somos, pero está ahí, irrebatible, dibujando –por contraste– nuestra cara, entregando, acaso pasionalmente, un sentido a nuestras vidas.
No te quedes con la duda
por Mariana Eva Perez *
Ser un joven desaparecido es no saber que lo sos.
Es creer que la que se hace llamar “mamá” es mamá y que el que se hace llamar “papá” es papá. Es haber nacido entre 1975 y 1980 y festejar tu cumpleaños el día que marca tu partida de nacimiento. Es creer que si no hay fotos de mamá embarazada o fotos tuyas de cuando eras bebé es porque, simplemente, no tomaron esas fotos. Es no parecerte demasiado al resto de la familia.
Hasta acá, ¿no podrías ser un joven desaparecido? ¿No podríamos serlo casi todos?
Un joven desaparecido ignora que cuando era chico fue secuestrado junto con sus padres o que nació en un campo de concentración de la dictadura. Ignora que mientras su familia lo buscaba, alguien eligió para él otros padres, otro nombre, otra vida.
Ser un joven desaparecido es ni siquiera sospechar que lo sos. Permitirte la duda ya es empezar a dejar de serlo.
Ser un joven desaparecido es haber perdido mucho sin saberlo: tu historia, tu identidad, tus viejos. Pero no es haberlo perdido todo. Tu familia todavía te busca y ahora te espera. Quienes conocieron a tus viejos guardan para vos sus recuerdos. Todos ellos pueden habitar tu futuro. Recuperar tu pasado es reconocerte en tu presente. Recobrar tu identidad.
Como lo peor de ser un joven desaparecido es no saberlo, todos los de su generación podemos ser desaparecidos mientras haya una sola persona con su identidad falseada. Por eso, es imposible mirar para otro lado. Podés preguntarte si sos un desaparecido. Podés preguntarte si lo son los que te rodean. No es la duda lo que daña, sino la mentira. Pero la
Colaboradores de escenografía y vestuario:
Agradecemos especialmente a Marcos Adandía, Alejandra López, Martín Zabala, Fernando Marticorena así como a los alumnos de 2º año de FOTOPERIODISMO T.E.A. que cubrieron fotográficamente este ciclo. Algunas de sus fotos ilustran este suplemento.