Respuestas
Respuesta:
Ulises se da a conocer a varias personas, cuya ayuda requiere. En primer lugar, a Telémaco. Ulises y Telémaco están solos en la choza del porquerizo, cuando aparece Atenea. Ulises la ve, los perros olfatean su presencia, están aterrados, se les erizan los pelos. Telémaco no lo advierte. La diosa invita a Ulises a salir. Lo toca con su varilla mágica y Ulises recupera su antiguo aspecto. Ya no es horrible de ver sino semejante a los dioses que pueblan el vasto cielo. Al verlo entrar en la choza, Telémaco no da crédito a sus ojos: ¿cómo es posible que un mendigo viejo se transforme en un dios? Ulises se da a conocer, pero su hijo no quiere creerle sin ver una señal. Lejos de dársela, Ulises lo regaña como un padre a su hijo: -Terminemos con esto. ¿Estás frente a tu padre y no lo reconoces? Te digo que soy Ulises.
Al responder de esa manera, Ulises se coloca frente a su hijo en posición de padre. Hasta entonces, Telémaco no era nada: había dejado de ser niño, pero no era hombre porque a pesar de sus deseos de ser libre, aún dependía de su madre. Su posición era ambigua. Pero ahí está su padre, ese padre de quien no sabía si estaba vivo y ni siquiera si era el suyo a pesar de lo que le habían dicho: con esa presencia de carne y hueso, Ulises se siente reconfortado en su lugar de padre y Telémaco confirmado en el suyo de hijo. Con ayuda de Eumeo y Filecio, se dedicarán a tramar la venganza. Mientras tanto, Penélope ha mandado llamar al viejo mendigo de cuya presencia está enterada por Telémaco y por la nodriza Euriclea. Lo recibe como a todos los que pasan por el reino para pedirle nuevas de Ulises. Naturalmente, él le cuenta una de sus mentiras habituales.
Explicación:
Ulises se da a conocer a varias personas, cuya ayuda requiere. En primer lugar, a Telémaco. Ulises y Telémaco están solos en la choza del porquerizo, cuando aparece Atenea. Ulises la ve, los perros olfatean su presencia, están aterrados, se les erizan los pelos. Telémaco no lo advierte. La diosa invita a Ulises a salir. Lo toca con su varilla mágica y Ulises recupera su antiguo aspecto. Ya no es horrible de ver sino semejante a los dioses que pueblan el vasto cielo. Al verlo entrar en la choza, Telémaco no da crédito a sus ojos: ¿cómo es posible que un mendigo viejo se transforme en un dios? Ulises se da a conocer, pero su hijo no quiere creerle sin ver una señal. Lejos de dársela, Ulises lo regaña como un padre a su hijo: -Terminemos con esto. ¿Estás frente a tu padre y no lo reconoces? Te digo que soy Ulises.
Al responder de esa manera, Ulises se coloca frente a su hijo en posición de padre. Hasta entonces, Telémaco no era nada: había dejado de ser niño, pero no era hombre porque a pesar de sus deseos de ser libre, aún dependía de su madre. Su posición era ambigua. Pero ahí está su padre, ese padre de quien no sabía si estaba vivo y ni siquiera si era el suyo a pesar de lo que le habían dicho: con esa presencia de carne y hueso, Ulises se siente reconfortado en su lugar de padre y Telémaco confirmado en el suyo de hijo. Con ayuda de Eumeo y Filecio, se dedicarán a tramar la venganza. Mientras tanto, Penélope ha mandado llamar al viejo mendigo de cuya presencia está enterada por Telémaco y por la nodriza Euriclea. Lo recibe como a todos los que pasan por el reino para pedirle nuevas de Ulises. Naturalmente, él le cuenta una de sus mentiras habituales.