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Respuesta:
es esto
JUTTA BURGGRAF
en mayor medida en enemiga de la mujer, cuando más se desliga del
vínculo con lo eterno y lo divino» 2.
Los cambios sociales no pueden resultar realmente liberadores para
la mujer si no son sustentados por un progreso espiritual paralelo.
Sólo si estamos dispuestos a aceptar a la mujer en su calidad de per-
sona podemos establecer y reconocer propiamente su dignidad, y esto
se produce al considerarla en su relación radical y directa con Dios
Creador.
Dios creó al hombre, varón y mujer, a su imagen y semejanza 3.
Ambos tienen la misma naturaleza y gozan de una libertad intangible
y de suma dignidad; su misión común es ser «iguales a Dios» y mos-
trar esta semejanza en su vida.
La antropología cristiana ha defendido siempre la común dignidad
y la igualdad entre los sexos. Sin embargo, esto no significa que haya
acogido nunca un ideal igualitario. El hombre y la mujer poseen cier-
tamente igual valor en su naturaleza, pero dicha naturaleza se ha
forjado de forma diferente para uno y otra.
La mujer es un ser humano en la forma peculiar que corresponde
a una mujer. No es menos ser humano que el hombre, pero es un
ser humano según su modo propio.
La sexualidad no es para ella una condición que podría no existir.
Al contrario, para la mujer la sexualidad es una realidad que envuelve
su ser y su comportamiento de manera radical, y que corresponde a
una determinación del Creador. De sus propiedades físicas y psíquicas
se puede deducir cuál es y cómo es la vocación femenina.
Es propio de la mujer tener, conforme a la dignidad que le corres-
ponde por creación, una misión y una tarea diferentes a la de los
hombres. Dios ha querido que su misión sea la de compañera y «ayu-
da» del hombre 4. Por la palabra «ayuda» se entiende que la mujer
debe ayudar al hombre a ser él mismo de forma completa. Desde el
momento en que la misma naturaleza 10 ha querido así, los dos sexos
deben complementarse recíprocamente y cada uno de ellos, en su
papel específico, es superior al otro. Tanto el hombre como la mujer
poseen ciertas cualidades espirituales, peculiares para cada uno. Pero
quien se examina con sinceridad, ya sea hombre o mujer, nota los
límites de su propia naturaleza y las carencias que se derivan de ellos.
2. PETER KETTER: Christus und die Frauen, 1. band: Die Frauen in den Evan-
gelién, Stuttgart 1948, p. 5.
3. Cfr. Gen 1,27.
4. Cfr. Gen 2,4-25.
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JUTTA BURGGRAF
en mayor medida en enemiga de la mujer, cuando más se desliga del
vínculo con lo eterno y lo divino» 2.
Los cambios sociales no pueden resultar realmente liberadores para
la mujer si no son sustentados por un progreso espiritual paralelo.
Sólo si estamos dispuestos a aceptar a la mujer en su calidad de per-
sona podemos establecer y reconocer propiamente su dignidad, y esto
se produce al considerarla en su relación radical y directa con Dios
Creador.
Dios creó al hombre, varón y mujer, a su imagen y semejanza 3.
Ambos tienen la misma naturaleza y gozan de una libertad intangible
y de suma dignidad; su misión común es ser «iguales a Dios» y mos-
trar esta semejanza en su vida.
La antropología cristiana ha defendido siempre la común dignidad
y la igualdad entre los sexos. Sin embargo, esto no significa que haya
acogido nunca un ideal igualitario. El hombre y la mujer poseen cier-
tamente igual valor en su naturaleza, pero dicha naturaleza se ha
forjado de forma diferente para uno y otra.
La mujer es un ser humano en la forma peculiar que corresponde
a una mujer. No es menos ser humano que el hombre, pero es un
ser humano según su modo propio.
La sexualidad no es para ella una condición que podría no existir.
Al contrario, para la mujer la sexualidad es una realidad que envuelve
su ser y su comportamiento de manera radical, y que corresponde a
una determinación del Creador. De sus propiedades físicas y psíquicas
se puede deducir cuál es y cómo es la vocación femenina.
Es propio de la mujer tener, conforme a la dignidad que le corres-
ponde por creación, una misión y una tarea diferentes a la de los
hombres. Dios ha querido que su misión sea la de compañera y «ayu-
da» del hombre 4. Por la palabra «ayuda» se entiende que la mujer
debe ayudar al hombre a ser él mismo de forma completa. Desde el
momento en que la misma naturaleza 10 ha querido así, los dos sexos
deben complementarse recíprocamente y cada uno de ellos, en su
papel específico, es superior al otro. Tanto el hombre como la mujer
poseen ciertas cualidades espirituales, peculiares para cada uno. Pero
quien se examina con sinceridad, ya sea hombre o mujer, nota los
límites de su propia naturaleza y las carencias que se derivan de ellos.
2. PETER KETTER: Christus und die Frauen, 1. band: Die Frauen in den Evan-
gelién, Stuttgart 1948, p. 5.
3. Cfr. Gen 1,27.
4. Cfr. Gen 2,4-25.
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