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Elena era una niña que deseaba tener muchos amigos. Por eso un día pensó que tendría más amigos si contaba cosas bonitas aunque no las hubiera vivido de verdad.
Un día se acercó a un grupo de niñas que estaban jugando en el parque y les contó que su comba se la había entregado un hada de pelo rosa que una noche había llamado a la ventana de su habitación y que solo funcionaba cuando ella la tocaba.
Otro día llevo al parque unas piruletas que dijo que le había traído el Ratoncito Pérez en persona.
Gracias a sus historias empezó a tener muchos nuevos amigos porque aunque no todos se creyeran sus historias, la mayoría de ellos disfrutaban mucho escuchándolas.
Una tarde de primavera su madre la llamo y le dijo:
- Hija mía, te he visto esta tarde en el parque y estabas rodeada de niños, me he acercado y te he escuchado contar una historía que no es verdad. Nunca has estado en Disney World con tus primos, ni tienes fotos de Mickey Mouse. No me gusta que cuentes mentiras porque si los niños lo descubren no volverán a confiar en ti y no querrán ser tus amigos. No necesitas contarles esas mentiras.
- Ya mamá, pero lo hago como un juego. Además de las mentiras nadie se entera.
- Elena, no quiero volver a oírte contar una historia como esa o te quedarás sin bajar al parque. ¿Has oído?
- Sí mamá – respondió Elena-.
A los dos días Elena estaba en el parque y oyó como el abuelo de un vecino suyo, Matías, les decía a todos.
- Chicos, me voy a la farmacia. Dejo aquí esta planta pero no quiero que la toquéis porque tiene una flor preciosa de color azul y no quiero que se estropee. ¿De acuerdo?
- Sí Señor Antonio - contestaron todos los niños a la vez -
Los niños siguieron jugando pero Elena pensó que está era una buena oportunidad para contar una historia nueva. Se acercó a escondidas a la planta y la tocó... ¡pero de repente sintió un fuerte pinchazo en los dedos! ¡Era una especie de cactús!
Se fue corriendo sin decirle nada a nadie. Cuando llegó el abuelo reunió a todos los niños y les dijo enfadado:
- Alguien ha tocado mi planta y quiero saber quien ha sido.
Todos, incluida Elena, se quedaron callados y cuando el abuelo de Matías le señaló ella negó haberla tocado. De modo que el abuelo la miró y dijo:
- Elena, por si no lo sabes de las mentiras todo el mundo se entera y veo que tienes las manos azules como era la flor de mi planta. ¿Seguro que no has sido tu?
Elena tuvo que admitir que había mentido en aquella ocasión, al igual que en las anteriores y pedir perdón por ello. Los niños se enfadaron mucho con ella y aunque estuvieron un tiempo sin hablarle, terminaron perdonándole porque sabían que estaba realmente arrepentida. Desde ese día Elena no ha vuelto a decir jamás algo que no sea verdad.
Un día se acercó a un grupo de niñas que estaban jugando en el parque y les contó que su comba se la había entregado un hada de pelo rosa que una noche había llamado a la ventana de su habitación y que solo funcionaba cuando ella la tocaba.
Otro día llevo al parque unas piruletas que dijo que le había traído el Ratoncito Pérez en persona.
Gracias a sus historias empezó a tener muchos nuevos amigos porque aunque no todos se creyeran sus historias, la mayoría de ellos disfrutaban mucho escuchándolas.
Una tarde de primavera su madre la llamo y le dijo:
- Hija mía, te he visto esta tarde en el parque y estabas rodeada de niños, me he acercado y te he escuchado contar una historía que no es verdad. Nunca has estado en Disney World con tus primos, ni tienes fotos de Mickey Mouse. No me gusta que cuentes mentiras porque si los niños lo descubren no volverán a confiar en ti y no querrán ser tus amigos. No necesitas contarles esas mentiras.
- Ya mamá, pero lo hago como un juego. Además de las mentiras nadie se entera.
- Elena, no quiero volver a oírte contar una historia como esa o te quedarás sin bajar al parque. ¿Has oído?
- Sí mamá – respondió Elena-.
A los dos días Elena estaba en el parque y oyó como el abuelo de un vecino suyo, Matías, les decía a todos.
- Chicos, me voy a la farmacia. Dejo aquí esta planta pero no quiero que la toquéis porque tiene una flor preciosa de color azul y no quiero que se estropee. ¿De acuerdo?
- Sí Señor Antonio - contestaron todos los niños a la vez -
Los niños siguieron jugando pero Elena pensó que está era una buena oportunidad para contar una historia nueva. Se acercó a escondidas a la planta y la tocó... ¡pero de repente sintió un fuerte pinchazo en los dedos! ¡Era una especie de cactús!
Se fue corriendo sin decirle nada a nadie. Cuando llegó el abuelo reunió a todos los niños y les dijo enfadado:
- Alguien ha tocado mi planta y quiero saber quien ha sido.
Todos, incluida Elena, se quedaron callados y cuando el abuelo de Matías le señaló ella negó haberla tocado. De modo que el abuelo la miró y dijo:
- Elena, por si no lo sabes de las mentiras todo el mundo se entera y veo que tienes las manos azules como era la flor de mi planta. ¿Seguro que no has sido tu?
Elena tuvo que admitir que había mentido en aquella ocasión, al igual que en las anteriores y pedir perdón por ello. Los niños se enfadaron mucho con ella y aunque estuvieron un tiempo sin hablarle, terminaron perdonándole porque sabían que estaba realmente arrepentida. Desde ese día Elena no ha vuelto a decir jamás algo que no sea verdad.
geltrudis:
grasias x tu aporte .
Respuesta dada por:
36
Al devlover algo que no es tuyo ea un acto de honestidad pero tambien al aceptar que tubiste un error y lo aceptas las concecuencias tambien.
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