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La Iglesia Católica es la prolongación de Jesucristo a lo largo de la historia. En ella y por ella, según el mismo querer del Señor, y hasta el final de los tiempos, se anuncia a la humanidad la posibilidad de una “vida abundante” para todos. El cumplimiento de la misión encomendada por Cristo, sólo es posible, en la medida en que la Iglesia siga caminando en el Espíritu Santo, quien es el “alma” de la Comunidad Eclesial y primer motor que hará posible una Evangelización que transforme a las personas y por consiguiente a la sociedad. Dios está renovando ahora la Iglesia y está realizando un nuevo Pentecostés con los mismos signos y frutos que el primero. No sólo fue para entonces, para aquellos, sino ahora para nosotros. La promesa puede ser para ti ahora. La Iglesia nos dice: “Repítase ahora en la familia cristiana el espectáculo de los Apóstoles reunidos en Jerusalén: Dígnese el Espíritu Divino escuchar la oración que todos los días sube a Él desde todos los rincones de la tierra: renueva en nuestro tiempo los prodigios como de un nuevo Pentecostés”(Humane Salutis 21).
Desde el CONCILIO VATICANO II, (reunión de Obispos de todo el mundo) se está cumpliendo el gesto profético del Papa Juan XXIII: abrir la ventana para que entre a la Iglesia el soplo y el viento del Espíritu Santo, para renovar y transformar la Iglesia, de tal manera que vuelva ésta a experimentar la presencia y el poder del Espíritu, de la misma manera que en la primavera de la Iglesia, después de Pentecostés. Y estamos constatando y contemplando admirados que “se repite ahora el espectáculo de los Apóstoles”: un nuevo Pentecostés. El mismo Concilio Vaticano II es el signo claro de este nuevo Pentecostés. Un impulso extraordinario del Espíritu ha hecho que la Iglesia se redescubra a sí misma como el Señor la concibió: Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo y Comunión (Koinonía) en el Espíritu; pueblo sacerdotal; todo él y cada uno de sus miembros; pueblo misionero, inmerso en el mundo moderno y con un mensaje siempre fresco entre sus manos. Un mensaje para hoy que da respuesta a todas las necesidades e inquietudes del hombre contemporáneo; Iglesia servidora del hombre y del mundo.
UNA GRAN RENOVACIÓN ECLESIAL: Fruto del Concilio, o ratificándolas e intensificándolas, han aparecido diversas renovaciones, corrientes suscitadas por Dios para reavivar aspectos básicos de la vida cristiana y eclesial. Cada uno de ellos destaca una dimensión que no puede estar ausente en la vivencia cristiana integral: El movimiento Kerigmático y catequético para renovar todo el ministerio de la Palabra en la Iglesia y transformar la raíz de la vivencia cristiana, renovando los Sacramentos de Iniciación cristiana. El Movimiento Bíblico, que descubre la centralidad de la Palabra de Dios. El Movimiento Litúrgicoque hace redescubrir la Liturgia como el ejercicio del sacerdocio de Cristo, cumbre de toda la actividad de la Iglesia, eje alrededor del cual todo debe girar, y fuente de donde dimana toda la fuerza. El movimiento carismático, o Renovación en el Espíritu, es especialmente signo claro de un Nuevo Pentecostés. El Movimiento de Renovación eclesiológica y comunitaria, con una visión nueva de la Iglesia como Pueblo de Dios, y dentro de ella la promoción de las Pequeñas Comunidades Eclesiales. El movimiento social y liberador, impulsa a cumplir las exigencias de la caridad en una fe operante y comprometida, con una opción preferencial por los pobres, en vistas a su liberación integral.El movimiento ecuménico, cumpliendo la oración del Señor en Juan 17, 21: “Que todos sean uno para que el mundo crea”. Y la Iglesia entera, en todos sus niveles y por todos sus aspectos, está viviendo una renovación teológica, pastoral, jurídica e institucional. En nuestra Arquidiócesis de Popayán, se viene implementando el SISTEMA INTEGRAL DE NUEVA EVANGELIZACIÓN (SINE) como Plan Pastoral que impulsa una Nueva Evangelización. ¿Qué haces por tu Iglesia? ¿Aportas un granito de arena para que ella se renueve?
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