¿Puede la comida dar identidad a un país? ¿Por qué

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Respuesta dada por: mikanixg
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claro que si, la comida es diferente en cada pais dependiendo de donde se creo

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Respuesta dada por: alvaradopaula
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En esta sección de “usos y costumbres”  suelo dedicarme a contar a nuestros lectores  lo que la Biblioteca AECID esconde sobre determinado tema y sacarlo a la luz para que nos ayude a entender mejor la Historia. Por eso, aunque me encantaría comentar la riqueza de fondos de la Biblioteca de la Cooperación Española (BICE), sobre ayuda al desarrollo, alimentación y seguridad alimentaria en general, en esta ocasión seguiré indagando en los depósitos para mostrar algunos libros sobre la alimentación en su aspecto antropológico y cultural. Pero antes de entrar en el tema, me gustaría recomendar la obra de Gustavo Duch “Lo que hay que tragar. Minienciclopedia de política y alimentación”, con prólogo de Federico Mayor Zaragoza.

Por nuestra propia naturaleza nos fundimos de alguna manera con el entorno cuando comemos. Marjorie Ross dice que  “al comer establecemos una relación íntima con lo que nos rodea”. Quién no ha escuchado expresiones de la sabiduría popular como “de lo que se come se cría” o “somos lo que comemos”, aunque otros digan que “no somos lo que comemos sino lo que nuestro cuerpo asimila”. El sociólogo Miguel Ángel Almodóvar añade que “cuanto más conocimientos tenemos y mejor podemos acceder a los alimentos en un mercado global, peor nos alimentamos”. Precisamente a lo largo de la historia, la alimentación ha sido el centro de la propia vida. Desde la lucha para conseguir los alimentos y poder subsistir, hasta la creación de una propia identidad social a través de las tradiciones gastronómicas.

El significado cultural de la alimentación a veces contradice al hecho biológico en sí. Sobre todo porque los alimentos tienen significados muy variados. Entran en nuestras vidas no solo por ingestión sino por otras muchas vías, a menudo por influencias externas. Actualmente mucho más con la publicidad, los medios de comunicación y hasta las redes sociales. En los albores de la historia la gran mayoría comía los productos que se daban en su entorno, a veces fruto de la agricultura y otras de la oferta natural. Costaba conseguirlos y por eso se apreciaba como algo extraordinario la variedad. Esto ha sido así hasta pasada la Segunda Guerra Mundial, por lo menos en el mundo occidental. Pero en todas las sociedades se han dado alimentos “consumibles” que no han sido consumidos. Productos que sí son apreciados por otras agrupaciones humanas, incluso. La elección de unos alimentos u otros ha estado ligada muchas veces a la exigencia tecnológica o a la economía. Puede que tenga que ver el “gusto” pero la mayoría de las veces el factor determinante son las creencias en cuanto a las buenas propiedades o a los malos efectos de los propios alimentos.

No obstante, la negativa a comerlos se debe al miedo a que estén envenenados. El ser humano nace con un instinto particular que le protege de morir intoxicado por la ingestión de determinados productos de la tierra. Esta inconsciente protección por desconocimiento de los alimentos hace que los niños pequeños suelan tener dificultades para aceptar nuevos alimentos en su repertorio nutricional.

Los alimentos han formado parte o han estado estrechamente relacionados con determinadas organizaciones de grupos humanos y, en general, no han sido establecidos por razones científicas ni siquiera racionales. Es el caso de personas que mueren antes de comer determinados alimentos prohibidos en sus sociedades. Alimentos que suelen ser consumidos sin restricción alguna en otras latitudes de la Tierra. Esto dice mucho de la función que la alimentación tiene en la identidad individual o de grupo. Hablamos de alimentos tabú y alimentos santificados.

En la mayoría de las culturas, comer tiene una función básicamente social. Alrededor de la comida se afianza un conjunto de reglas, a menudo muy estrictas, que dan sentido e identidad a cada grupo. Desde la reunión familiar a la comida de trabajo, todo tiene su ritual con códigos aparentemente invisibles, pero enraizados férreamente en la idiosincrasia de cada grupo humano. Comer supera ampliamente el ámbito de la vida cotidiana y va más allá. Supone una complicada red de pensamientos, actos y emociones. Porque alimentarse –entendiendo alimentarse como la actividad tanto de comer como de beber-, trasciende la pura necesidad vital y tiene que ver más con una serie de conductas que con la mera actividad biológica. Comer es, pues, un “signo” que apunta a situaciones sociales pero también que señala determinados ceremoniales. A veces cíclicos en el calendario, tales como la Navidad, la Semana Santa, etc. y, a veces, puntuales, para celebrar acontecimientos colectivos de mayor o menor pompa. Una boda, un cumpleaños, una condecoración, etc.

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