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Espero que te sirva
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La leyenda La Llorona es un referente a la cultura mexicana que tiene una gran tradición oral a través de la cual observaremos la involución de la narración según la mirada de Walter Benjamin.
En primer lugar observaremos los orígenes de esta leyenda que se remontan a la civilización azteca: Cihuacóatl, quien fue la primera mujer en dar a lucen la tierra comenzó a vagar por las orillas del lago Texcoco lamentándose por sus hijos, que en esta lógica eran los aztecas, y por su funesto destino; los sacerdotes consultaron viejos oráculos y descubrieron que este era el sexto de los siete presagios que anunciaban la caída del imperio (. En este punto Walter Benjamin nos dice: “(…) la condición de la verdadera narración. La información cobra su recompensa exclusivamente en el instante en que es nueva. Sólo vive en ese instante, debe entregarse totalmente a él, y en el manifestarse. No así la narración pues no se agota. Mantiene fuerzas acumuladas, y es capaz de desplegarse pasado mucho tiempo” (Benjamin, 1992, p.8) esta primera historia, que a su vez proviene de otra antigua, no sólo es información, sino que en el momento de ser mencionada adquiere un sentido narrativo mucho más poderoso: el de una profecía que no pierde sentido informativo sino que posee un sentido narrativo.
Con el paso del tiempo, este sentido narrativo en la leyenda La Llorona se transforma con otros fines. La conquista española acaba por retomar muchos de los aspectos culturales de los indígenas mexicanos para confundirlos con la religión católica y así legitimar el poder que obtienen. Las leyendas y relatos no se salvan de este mestizaje: la llorona pasa a ser una mujer indígena que, engañada por un español sufre y mata a sus hijos para después llorarlos por todos los lugares de la ciudad, en un mito que en parte sirve para que las indígenas no se hagan ilusiones con los españoles y en parte para que la población no salga de sus casas por la noche porque esto implicaría encontrarse con un ser de ultratumba, lo que se traduce en estabilidad y progreso para los pequeños poblados que se establecieron.
“Todo examen de una forma épica determinada tiene que ver con la relación que esa figura guarda con la histografÍa. En efecto, hay que proseguir y preguntarse si la histografÍa no representa acaso, el punto de indiferencia creativa entre todas las formas épicas” (Benjamin, 1991, p.10) estos es, la cistografía de la llorona cambia conforme cambia la historia de la población que contiene y la relata, cambian las circunstancias y los sucesos en los que ocurre la historia. Si bien es cierto que mucho depende del tiempo-espacio de la historia y del narrador, también es cierto que las leyendas aparecen en el escenario social impulsadas por personas que nadie identificara nunca.
La llorona, es ese sentido, es un mero símbolo del cual se vale la oralidad para transmitir, en una narración, hechos que están marcando la vida de la población pero que al mismo tiempo no tienen nada que ver con los intereses de la misma, por ejemplo a últimas fechas la llorona ha cambiado de ser la madre que mato a sus hijos y les llora en arrepentimiento, a ser la madre desesperada que no lo fue porque se practicó un aborto, y ahora, arrepentida, llora porque nunca podrá tener a su hijo.
La llorona es un dispositivo, también, de la masificación de la cultura, tiene en su haber, las más variadas leyendas de México, pero el secreto radica en que funciona como un fenómeno de oralidad, porque los narradores de esta leyenda pueden cambiarla las veces que quieran y de esa manera el relato se transforma junto con la visión del pueblo.