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Decía el general Eloy Alfaro, y tomo esa idea para el título de esta columna, que la hora más oscura es la más próxima a la aurora. He pensado recurrentemente en él este tiempo y he regresado a las páginas de La hoguera bárbara, la novela sobre su vida que el novelista Alfredo Pareja Díez-Canseco publicó en 1944, tras 20 años de investigación. Recurro, entonces, a la literatura, para reflexionar sobre la lengua ecuatoriana y su tradición política, en tiempos en que se olvida el sentido histórico que en este país tiene la expresión liberal radical, el alfarismo como manifestación ética y estética del pensamiento ecuatoriano, incluso en el sentido ontológico de la vida.
Asistimos, y lo digo desde la reflexión, a una mediocre reconfiguración ideológica que en el mundo, y en América Latina con aún más confusión, pretende encarar el liberalismo como una nueva vía, casi políticamente correcta, para que ciertos grupos conservadores se autoproclamen modernos y oculten su apariencia retardataria, desde una perspectiva estética. A veces, incluso, estas personas llegan a candidaturas. Otros, in extremis reducidos, reduccionistas y negacionistas de la precaria realidad que nos rodea, se autodefinen como libertarios que aman a la iglesia y su injerencia, la familia, la tradición, y por sobre todas las cosas, la propiedad. A veces, incluso, llegan al delirio de proclamarse hispanistas, sin considerar si quiera que el gran aporte de España al mundo ha sido, precisamente, su proceso de apertura y reinvención, que es antiguo y a la vez contemporáneo. Jamás han leído o entendido el Siglo de Oro.
En definitiva, vivimos una distorsión ideológica que, retrotrayéndonos al Ecuador de finales del siglo XIX, nos propone debates que para el mismo general Alfaro estaban resueltos: la iglesia, la fe, la moral personal o colectiva de un grupo que profesa una religión o creencia, por más mayoritario que sea, no puede en una república imponer, a la brava, la ideología detrás de las leyes y de las políticas públicas estatales. Olvidan, quienes ignoran esta historia y esas luchas, que el gran legado de la revolución liberal al Ecuador, mucho más que el ferrocarril o la libertad de comercio, que devino en la plutocracia de principios del siglo XX, fue el laicismo, la educación laica, el matrimonio civil y el divorcio, la separación de la iglesia y el Estado.
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espero te sirva