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Discurso del Odio Existe un debate inacabable entre el importante valor de la Libertad de Expresión y su relación con la protección de otros derechos nos menos fundamentales, como por ejemplo el derecho a vivir sin ningún tipo de de miedo o intimidación, el derecho a la dignidad, tanto individual como colectiva, y el derecho a la igualdad social, sin ningún tipo de discriminación o exclusión. La conclusión que emerge de la experiencia histórica europea es clara. La difusión de puntos de vista racistas desencadenó en el Holocausto. Es por tanto imprescindible subrayar que el racismo no es equiparable a cualquier otro punto de vista legítimo que aparece en el discurso público. Es decir, no es una simple opinión, sino el veneno que causa muerte y sufrimiento. El racismo es en conclusión un crimen. Los medios de comunicación moldean nuestra percepción de la sociedad. Representan el campo de batalla donde se libra la guerra por la hegemonía cultural, que los racistas han emprendido contra la democracia. Los profesionales de la información deben interpretarlo conforme a su propia ética profesional que debería inducirles a no dar voz al racismo y a las organizaciones de extrema derecha que lo promueven. Los medios no deben convertirse en la Plataforma de la propaganda racista. El ejemplo de la Antigua Yugoslavia ilustra a la perfección las consecuencias de la incitación al odio étnico. En toda Europa, la violencia racista viene siempre precedida por el discurso del odio. Nadie cuestiona que el discruso racista en un fenómeno peligroso. Sin Embargo, la cuestión de cómo hacer frente a esa lacra, sigue siendo un elemento ampliamente debatido. La pregunta es: el racismo debe ser penalizado o enviado al ostracismo1 del discurso público.
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