Lee y contesta.
Conozco al escritor Roald Dahl Si Matilda, la niña prodigio imaginada por Dahl, a los cuatro años y medio ya era capaz de leer los libros de una biblioteca y asombraba a todos con sus reflexiones, ¿por qué no podría escapar del libro para presentarse ante su creador y hacerle algunas preguntas? Imaginemos que es así.
Matilda: ¿Cómo es que conoce tan bien a los niños?
Roald: Bueno, porque estuve en contacto con muchos niños. Tengo hijos y nietos, y además… yo también fui chico alguna vez. Y no olvido lo que me gustaba. ¡Y lo que no!
¿Qué cosas no le gustaban?
Que me mandaran a lavarme las manos, cepillarme los dientes, hacer los deberes, tomar la sopa o dormir la siesta… Esas cosas que a los chicos les fastidian, pero que, cuando nos volvemos padres, debemos hacer con nuestros hijos. Tampoco me gustaba que me gritaran o me hablaran de mal modo.
Usted se parece mucho al personaje de El gran gigante bonachón: es altísimo y reparte sueños entre los niños.
Sí, soy bastante alto −mido 1,95 metros−, ¡pero no soy un gigante! Además, el personaje de mi libro es más bondadoso que yo: él regala buenos sueños, en cambio, algunas de mis historias más bien parecen pesadillas.
A mí me divierten sus historias, aunque no todo lo que pase sea “amable” o alegre.
Es que la vida es así: nos pasan muchas cosas geniales y otras, no tanto. Pero el humor siempre nos ayuda a enfrentar mejor cualquier situación. Y no solo el humor: los chicos son ingeniosos, inteligentes y valientes a la hora de resolver ciertos problemas.
¿Está hablando de mí?
¡Por supuesto! Pero no eres la única…
Algunos dicen que sus personajes y situaciones son muy exagerados. ¿Qué le parece?
Puede ser que exagere un poco, pero a los chicos les encanta, en sus cartas siempre me lo dicen. ¡Y recibo casi 2000 cartas por semana!
¡Cuántas! ¿Y las lee todas?
Sí, de a poco las voy leyendo. Me dicen cosas muy lindas que me ayudan a seguir escribiendo.
¿Cuándo escribe? ¿Cómo y dónde lo hace?
Trabajo cuatro horas por día, sentado en este sillón. Escribo a lápiz, apoyando los papeles en una tabla sobre mis rodillas, ¿ves?
¿Siempre trabaja aquí?
Así es. Hace muchos años mandé construir, en el jardín de mi casa, esta cabaña a la que llamo mi “pequeño nido”. Es que para crear mis historias necesito entrar en “otro mundo”, donde nadie ni nada me interrumpa, donde pueda viajar libremente con mi imaginación. En este lugar nacieron James y el durazno gigante, Charlie y la fábrica de chocolate y Matilda, entre otras…
¿Matilda dijo?... Uy, se me hizo tarde, tengo que dejarlo. ¡Muchas gracias por su amabilidad, señor Dahl!
El agradecido soy yo, Matilda, ¡fue un placer conversar contigo!
En: Lenguaje y Comunicación 5, Santiago de Chile, Santillana, 2016
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te gusta la kimberly JEJEJEJE XD
yuuliram:
Yo si me g#
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goxkcucnzkgjd cncjkhvygooighhiidjekfgskfhheizjrk
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