Lee el siguiente cuento:
Una Caja de Sorpresa.
Escrito por Gabriela Unzueta.
Érase una vez un lugar alejado en la sierra, en donde no hay calles con pavimento, ni postes de luz en las calles, y mucho menos internet.
La gente vivía tranquila y feliz; la mayoría trabajaba en el campo, y consumía lo que producía.
Las cosas que sucedían fuera de ese poblado eran lejanas. Como si nunca fuera a pasar nada en ese lugar.
Cada día era igual, salía el sol, cantaba el gallo, la gente se levantaba, había que sacar agua del pozo para bañarse.
Quien tenía ganado, había que ordeñar, alimentar a las aves de corral, o sacar a pastar a los otros animales.
La escuela, muy pequeña, era con un solo maestro, que enseñaba con mucho entusiasmo a los alumnos que acudían.
Pepe era un niño más de esa comunidad, seguía las mismas rutinas que todos cada día, cada semana, cada mes y cada año.
A sus 11 años de edad, soñaba, y soñaba con las cosas comunes que sueñan los niños, era el más preguntón de la escuela, siempre quería saber más. Leía cuanto libro encontraba, los de la biblioteca de la escuela se los sabía de memoria, así era Pepe.
Era como una lámpara que iluminaba a todos a su alrededor, sus compañeros se sentían contagiados de su entusiasmo, y por curiosidad también leía las mismas historias de las que tanto hablaba de los libros.
Cuando un viajero pasaba por allí, y en la fuente de la plaza se sentaba a contar las historias de lo que sucedía en otras partes, Pepe era el que se sentaba hasta adelante, para escuchar con atención y no perderse el menor detalle de lo que decían. Se imaginaba cada una de las cosas que escuchaba, soñaba con esos lugares que parecían tan lejanos desde su pequeño mundo.
Si llegaba algún periódico, lo devoraba como un plato de sopa, lo saboreaba cucharada a cucharada hasta la última letra.
Pero conforme pasaba el tiempo, nada pasaba ahí, todo seguía con su rutina, menos Pepe, que comenzaba a apagarse cada día un poco más.
Primero, dejó de participar en las clases, después ya no platicaba tanto con sus amigos de las historias que había leído y que ya todos sabían.
Después, no salía a jugar, se quedaba en su casa, viendo el cielo por la ventana, dejando pasar el tiempo.
Hasta que dejó de ser él mismo y se encerró como tortuga dentro de su caparazón.
Por más que los demás querían saber qué le pasaba, nadie conseguía sacarle ni media palabra.
El maestro, que viajaba muy seguido a una población más grande, se dio cuenta de que algo no estaba bien con Pepe, y aunque él tampoco había podido sacar las palabras que dieran el motivo de su sentir, sabía cómo podía regresar la luz a la mirada de ese pequeño.
Su siguiente viaje lo hizo para visitar a unos familiares, compró algunos libros, había juntado algo de dinero y decidió invertirlo en ellos.
Cuando llegó el día de clases, llevaba una caja muy pesada, la mayoría veía con curiosidad. Se preguntaban qué había ahí adentro.
Unos decían que eran los exámenes que debían realizar para aprobar el año escolar.
Otros decían que eran pinturas para arreglar la escuela.
Y hubo los más ocurrentes que decían que traía gallinas para criar.
El que no prestó atención ni mostró interés fue Pepe, hasta que el maestro destapó la caja y el salón se llenó de un aroma peculiar, que lo hizo despertar de su letargo. Conocía ese aroma, era más delicioso que el caramelo, o el pan recién horneado, era el olor de libros nuevos.
Como hipnotizado, se levantó de su lugar y se acercó al escritorio del maestro. ¿Qué opinas Pepe? ¿Crees que haya sido una buena inversión? preguntó el maestro Pepe no lo podía creer, sus ojos estaban abiertos como platos, la mandíbula le había caído al suelo y las palabras no salían de su boca.
Bueno, si no estás de acuerdo, los puedo devolver y cambiar por alguna otra cosa. dijo el maestro sonriendo.
La reacción de Pepe fue instantánea. No, no, están perfectos, es más, le ayudo a hacer una relación para integrarlos a la biblioteca, podemos forrarlos para que no se maltraten, y además Pepe no paraba de hablar, lo hacía muy rápido. El brillo de sus ojos había regresado y el entusiasmo que tanto lo caracterizaba había vuelto. Al parecer una caja de sorpresa había logrado ahuyentar la tristeza.
TAREA: escribe con tus palabras que te parecio el cuento una caja de sorpresas, despues haz un listado de actividades que te gusta hacer y te ponen feliz, para cuando llegue la tristeza y tu energía baje considerablemente a causa de ella, puedas recordarlas y hacer uso de ellas para poder regular las emociones.
Respuestas
Respuesta dada por:
3
Respuesta:
Solo deves leer el cuento y luego según la tarea deves hacer como te pareció el cuento te pareció bonito,lindo,feo etc... Haci luego deves
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