• Asignatura: Historia
  • Autor: 987375
  • hace 3 años

¿como fue la emogenia de los medos?¿cuando empieza a perder poder?

Respuestas

Respuesta dada por: iverssonmoreno02
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Respuesta:

espero ayudar me das corona

Explicación:

a. La dinastía aqueménida (en persa antiguo: Haxāmanišiya) fue la que reinó en el Imperio persa, desde que la fundase Ciro II el Grande, tras vencer a Astiages, el último rey de los medos (550 a. C.), y extender su dominio por la meseta central de Irán y gran parte de Mesopotamia.

Sus sucesores Cambises II y Darío I el Grande continuaron su obra, y este último reorganizó el imperio en satrapías, alcanzando el cenit de su poder; sin embargo, los sucesivos fracasos al intentar someter a las ciudades griegas (guerras médicas) en la primera mitad del siglo V a. C., debilitaron el imperio, y aún lo harían más las tendencias secesionistas de algunas provincias, hasta que la conquista de Alejandro Magno (331 a. C.) puso fin al imperio aqueménida.

b. La Decadencia española fue el proceso paulatino de agotamiento y desgaste sufrido por la Monarquía Española a lo largo del siglo XVII, durante los reinados de los denominados Austrias menores (los últimos reyes de la Casa de Austria. Felipe III, Felipe IV y Carlos II); proceso histórico simultáneo a la denominada crisis general del siglo XVI, pero que fue especialmente grave para España, hasta tal punto que la hizo pasar de ser la potencia hegemónica de Europa y la mayor economía del mundo en el siglo XVII a convertirse en un país empobrecido y semiperiférico.1​  

La decadencia se reflejó en todos los ámbitos: demográfico (recrudecimiento de la peste y otras epidemias, despoblación), económico (cronificación de los problemas fiscales, las alteraciones monetarias, la inflación y el descenso de las remesas de metales preciosos de América), social (mantenimiento de la tensión religiosa e inquisitorial, expulsión de los moriscos, refeudalización, búsqueda de salidas escapistas como el ennoblecimiento, la compra de cargos, el incremento de la presencia de las órdenes religiosas y la picaresca), o político y territorial (iniciada con la tregua de los doce años y las maniobras del valimiento del Duque de Lerma, manifestada espectacularmente a partir de la denominada crisis de 1640, tras el intento de restaurar la reputación de la monarquía con la agresiva política del Conde Duque de Olivares, y posteriormente evidenciada con la Paz de Westfalia -1648-, el Tratado de los Pirineos -1659-, la patética2​ situación de los últimos años del siglo que a pesar de ser solventada económicamente por los hombres de confianza de Carlos II, en todas las cancillerías europeas anduvieron pendientes del incierto futuro del trono hispánico del rey hechizado y su extraordinaria herencia que alcanzaba ambos hemisferios. Y tras una serie de complejas intrigas palaciegas, el cardenal Luis Fernández Portocarrero apoyó la sucesión a favor de los intereses de Luis XIV de Francia, quien pretendía la corona española para su nieto Felipe de Anjou. Finalmente se resolvió tras la muerte de Carlos II de España con la Guerra de Sucesión -1700-1715- y el Tratado de Utrecht -1713-, que dividió sus territorios entre Habsburgo y Borbones, con sustanciosos beneficios para Inglaterra). Y que dio paso al exilio austracista y una violenta represión borbónica.  

Por contraste, la decadencia española coincidió con las manifestaciones más brillantes del arte y la cultura, en lo que se ha denominado Siglo de Oro Español. En muchas de esas manifestaciones artísticas y culturales hay una verdadera conciencia de la decadencia, que en algún caso ha sido calificada de introspección negativa (Quevedo, los arbitristas). Concretamente, el Barroco español (el culteranismo o lo churrigueresco) ha sido interpretado como un arte de la apariencia, escenográfico, que oculta bajo los oropeles exteriores la debilidad de la estructura o la pobreza del contenido.3​    

Desde puntos de vista más desapasionados, la historiografía actual suele considerar a la monarquía autoritaria de los Habsburgo como un modelo de Estado en realidad de muy débil entidad y presencia efectiva, y desde luego con pretensiones mucho menos absolutistas que la monarquía absoluta que estaban desarrollando contemporáneamente los Borbones en Francia.7​ No obstante, siguen considerándose las divergencias reales de los modelos socioeconómicos asociados al catolicismo y protestantismo de distintas partes de Europa (y sus numerosas excepciones), analizadas desde la sociología de Max Weber (La ética protestante y el espíritu del capitalismo, 1905).

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