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Explicación:
Al 1ero de marzo se contabilizaba tan solo un caso de contagio de COVID-19 en República Dominicana: un ciudadano italiano, es decir “importado”. El 25 de marzo de 2020 se registraban 392 casos[2].
Justo esa noche, el presidente Danilo Medina anunciaba un paquete de medidas para atender la posible crisis en la subsistencia de los hogares, evitar la asfixia económica de la población y preservar empleos. Dijo Medina:
“(…) quiero que estén seguros de una cosa: ¡no les vamos a dejar solos! Vamos a superar estos tiempos difíciles y lo vamos a hacer juntos. Como lo que somos: ¡una gran familia!”[3]
Para más de alguno fue sorprendente saber -tal vez por primera vez mediante el discurso de Medina- que en esta “gran familia” hay 811,000 hogares que viven regularmente con una dotación “solidaria” de -en promedio- 1,500 pesos (27 dólares estadounidenses a la tasa actual)[4], “gracias” a haber sido “seleccionados” durante años en el programa “Progresando con Solidaridad”. Los aportes funcionan como transferencias condicionadas, bonos e “incentivos”.
Ante esta crisis, para estos integrantes de la “gran familia” se decidió un aumento temporal de la dotación a 5,000 pesos mensuales (92 dólares) por abril y mayo. Además, pensando en los trabajadores informales, se agregaron “otras 690 mil familias adicionales categorizadas como pobres o vulnerables por el Sistema Único de Beneficiarios (SIUBEN), para que también reciban este apoyo temporal del programa “Quédate en Casa”[5], totalizando 1,501,000 familias, bajo la consigna de que mantengan su “nivel mínimo de consumo”.
A la vez, se dispuso para trabajadores formales un “Fondo de Asistencia Solidaria a Empleados” (FASE) para preservar empleos y acudir en auxilio -según Medina- de “los sectores económicos en que hemos dispuesto el cese temporal de operaciones” y “empresas que, aunque no hayamos dispuesto el cierre de sus operaciones, están teniendo dificultades y disminuciones de sus actividades económicas”[6].
El objetivo, con un tono épico y paternal, fue proclamado: asegurar ingresos “para más de 5.2 millones de dominicanos, casi la mitad de la población dominicana.”
Quédate en casa… y en la miseria.
De repente, con un chasquido de dedos, aparecieron debajo de la alfombra millones de dominicanos que no reúnen por sí mismos lo más básico para vivir o su precariedad es evidente. En pleno año declarado “de la Consolidación de la Seguridad Alimentaria”, el jefe del Estado reconocía con sus palabras la gran dificultad de la mitad de la población para el consumo de alimentos y bienes esenciales, así como para obtener ingresos suficientes.
El discurso de Medina, admitiendo esta tremenda cantidad de población pauperizada, chocaba de frente con los “logros” que él mismo había declarado apenas un mes atrás, en su rendición anual de cuentas ante la Asamblea Nacional, el 27 de febrero[7]:
“Hoy, nuestro país ocupa uno de los primeros lugares en el ranking regional de crecimiento del PIB, de ingresos disponibles, de Inversión Extranjera Directa y de reducción del desempleo y la pobreza (…) Una economía que algunos no dudan en llamar “El milagro dominicano”.
(…) De seguir la tendencia que llevamos (…), al terminar nuestra gestión, el crecimiento acumulado será del 50%. Lo que equivale a sumar media República Dominicana a la República Dominicana que encontramos en el 2012.
Esta cifra, señoras y señores, consolida a la República Dominicana como la mayor economía de toda Centroamérica y el Caribe y coloca nuestro PIB per cápita (en dólares ajustado por paridad de poder adquisitivo) en la sexta posición de América Latina”[8].
¿Cómo ocurrió tal “milagro” de multiplicación de la riqueza? ¿Ese medio país más está en manos y al servicio de quiénes? La proclamación de un aumento extraordinario del PIB per cápita, salarios reales, puestos de trabajo, disminución de la pobreza y aumento de la igualdad, ¿adónde fue a parar?
Ya algo adelantó Marx en El Capital, cuando dijo sobre la dinámica poblacional en el capitalismo:
“(…) todos los métodos de producción del plusvalor son, a la vez, métodos de acumulación, y toda ampliación de la acumulación se convierte, a su turno, en medio de desarrollo de aquellos métodos (…). Por último, la ley que mantiene un equilibrio constante entre la sobrepoblación relativa, o ejército industrial de reserva, y el volumen y la intensidad de la acumulación, encadena al obrero al capital con grilletes más firmes que la cuña con que Hefesto sujetara a Prometeo en la roca. Esta ley condiciona una acumulación de miseria en correspondencia a la acumulación de capital”[9].
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