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Lola ofreció a la municipalidad porteña su obra más famosa: la Fuente de las Nereidas (un magnífico grupo escultórico con reminiscencias mitológicas romanas) para colocarla en la Plaza de Mayo. También acordó con Salta la fundición de estatuas y relieves conmemorativos para el Monumento del 20 de Febrero.
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Sus comienzos
Dos años después del trágico final de sus padres conoció al pintor italiano Santiago Falcucci. Con él, Lola Mora tomó varias clases en las que profundizó sus conocimientos de pintura y dibujo. Sobre todo, las técnicas que venían del neoclasicismo y el romanticismo europeos. A partir de ahí, y algo bastante peculiar en la historia de una mujer de aquella época, la joven Lola comenzó a retratar a distintas personalidades de la alta cuna tucumana. De este modo, ingresó a cierto círculo del poder de aquella provincia y los diversos encargos no se hicieron esperar.
En 1894, exhibió por primera vez una gran colección de todos aquellos retratos de los gobernadores tucumanos que produjo hasta el momento. La muestra recibió muy buenas críticas y de alguna manera la puso en el mapa del escenario pictórico como una destacada artista. Más tarde, donó esta misma colección íntegramente a esa provincia del norte. Su maestro Falcucci expresó una vez: “Era la copia de una fotografía, pero tenía todo de propio, de individual en la factura”
Aprovechando ese éxito, viajó a Buenos Aires para solicitar una beca y perfeccionar sus estudios en Roma. La ganó y allí se fue a estudiar con el pintor Francesco Paolo Michetti y con el escultor Giulio Monteverde, quien era conocido por aquel entonces como “el nuevo Miguel Ángel”. Monteverde observó el gran talento que Lola tenía para esculpir que le aconsejó no abandonarlo. Lola, entonces, sí abandonó la pintura para convertirse puramente en una escultora.
Después de cosechar otros éxitos artísticos en distintos países de Europa (en París logró ganar una medalla de oro por sus piezas), volvió a la Argentina 1900. Con su retorno, también volvieron los encargos.
De su vida íntima se sabe poco y abundan los rumores. Algunos dicen que fue la amante de Julio Argentino Roca, un gran amigo y mecenas de Lola. También se dijo que la artista tenía inclinaciones bisexuales. Lo cierto es que a sus 42 años se casó con un empleado del Congreso Nacional, Luis Hernández Otero, 17 años más joven que ella, y de quien se separó a los cinco años de casada.
Su obra
Realizó los bustos de varias personalidades de la política y la aristocracia argentina, como Juan Bautista Alberdi, Facundo Zuviría, Aristóbulo del Valle, Carlos María de Alvear y Nicolás Avellaneda. También trabajó con las alegorías: las estatuas de La Justicia, El Progreso, La Paz y La Libertad, en las cercanías a la Casa de Gobierno de la Ciudad de Jujuy, y algunas esculturas en el Monumento Histórico Nacional a la Bandera, en la ciudad santafesina de Rosario
Por supuesto, fue quien realizó la emblemática Fuente Monumental de las Nereidas, que representa a estos seres mitológicos que asisten al nacimiento de la diosa Venus, para ser dispuesta en la Plaza de Mayo de la Ciudad de Buenos Aires, justo frente a la Catedral. El problema es que este conjunto de divinidades de la mitología romana mostraba la desnudez de los personajes femeninos. Los moralistas de ciertos sectores porteños sostuvieron su descontento. Es por eso que, para evitar el escándalo, se la emplazó en la Costanera Sur.