• Asignatura: Castellano
  • Autor: crismanvc
  • hace 3 años

cual es la brevedad del ensayo el naco en el país de las castas de Enrique serna ​

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Respuesta dada por: isabel5079
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Dos ensayos

"Querría que todos leyeran, no para que se conviertan en literatos o poetas, sino para que ya nadie sea esclavo" (Gianni Rodari, escritor y pedagogo italiano, 1920-1980).

También se llevó a cabo la lectura y comentarios de los siguientes ensayos. Los estudiantes ofrecen aquí sus ideas y puntos de vista al respecto.

1. El naco en el país de las castas, de Enrique Serna.

2. El pintor de la vida privada, de Agustín Cadena

El pintor de la vida privada

Agustín Cadena

¿Quién hay que, teniendo un sentido novelesco de la vida, no sea chismoso?

Ejercicio lúdico de las potencias de la imaginación y el discurso, el chisme es el más humilde de los géneros narrativos, puesto que no aspira a la trascendencia —siempre azarosa— del papel escrito; florece en la evanescencia de la palabra y se alimenta con la brevedad de la vida. El chisme es una especie de disciplina zen: se basa en una negación del propio yo, que se vuelve transparente y deja de ser un fin para convertirse en medio de circulación de lo real: a través de él, la vida de unos se incorpora al material imaginativo de otros. Así que el chismoso cultiva la virtud de la humildad: se olvida de sí mismo para hablar de su prójimo.

Gracias a él, la absurda existencia humana adquiere coherencia narrativa, y las nociones de Justicia Universal, castigo divino, destino, karma y error trágico, cobran un sentido pleno. Ciertamente, es un novelista nato; como tal, tiene un fino sentido del claroscuro. En su versión de las cosas, el malo es más malo; el tonto, más tonto; la fea, más fea. Es un experto en construcción de personajes.

El chismoso es el cronista de las élites; andar en boca suya es ya una rúbrica de pertenencia al petit comité: hemos hecho algo digno. Ser nombrados por él es aparecer en las páginas de sociales de un diario verbal.

El chisme es también uno de los géneros dramáticos. El buen chismoso es siempre un buen histrión; no sólo refiere situaciones: las recrea. Hace gestos, remeda, altera la voz; gracias a las caracterizaciones que hace de su prójimo, muchos seres opacos adquieren personalidad; incontables hechos anodinos se convierten en anécdotas memorables.

Chismoso El chismoso es un optimista irreductible; aguanta desengaño tras desengaño sin perder la fe en la discreción de los otros y en su palabra (“pero prométeme que no le vas a decir a nadie”). Y los otros le fallan, lo traicionan, lo meten en problemas. Pero él sigue adelante, invencible, oponiendo la aristocracia espiritual del esteta a las vilezas del estado llano. ¿Acaso Miguel Ángel dejó de pintar sólo porque alguna vez tuvo un problema? Además de constante, el chismoso es noble de corazón: siempre vuelve a contarnos cosas aunque le hayamos demostrado que no merecemos su confianza.

Es un memorioso: a base de práctica y disciplina, su sensibilidad para los detalles lo convierte en una cámara de cine. Recuerda colores, tamaños, aromas, giros coloquiales. Por eso, en su fantasía favorita, el chismoso tiene un cuerpo ocelado. Sus santos patronos son Argos y Funes.

Ahora bien, hay buenos chismosos y hay quienes cuentan los chismes con las patas. Al buen chismoso se le cata en los preliminares. Hay una gran diferencia de estilo, pasión expresiva y sutileza entre el escandaloso “De qué creen que me acabo de enterar...” de algunas urracas, y el elegante “Por cierto, tengo entendido que...”. Entre estos dos extremos se ubica una amplia gama de aprendices, oficiales y maestros de todos los niveles. Y todos se delatan ya en los preliminares. Los preliminares desenmascaran al cobarde: “No le vayas a decir que yo te dije”; al que es como el conejo: misterioso y “tengo algo que contarte, pero no te lo voy a decir hasta que salgamos”; al que se pretende seductor como la serpiente del Paraíso: “¿Te gussstaría ssssaber...?”; al borracho que utiliza la inspiración chísmica para agarrar acompañante: “Vamos a tomarnos una mientras te cuento...” En fin, estos son, digamos, los que ya tienen su fórmula. Hay otros con menos sentido de lo ritual, que adaptan sus preliminares al interlocutor o al objetivo último de su chisme. Éstos suelen ser menos creativos; entre ellos se hallan el oportunista que espera obtener ventajas de sus chismes; el higadito que nos cuenta las cosas por nuestro propio bien; el vulgar intrigante que ha convertido a las musas del chisme en lacayas de la Discordia; el inocentón a quien los demás utilizan de correo porque ya saben cómo es de chismoso.

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