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La acción colectiva, en sus diversas modalidades, ha adquirido un protagonismo central en América Latina, a punto tal que ha llegado a producir varias rupturas institucionales. El artículo analiza los repertorios y actores, explica la diversificación de los grupos que participan en este tipo de movilizaciones, en particular las clases medias, y sugiere la hipótesis de una \"normalización de la protesta\". En general, considera que los movimientos sociales suponen un esfuerzo por ampliar la capacidad de inclusión de la democracia, en el convencimiento de que esas experiencias contribuyen a fortalecer la ciudadanía.
El análisis de los movimientos sociales en América Latina, de las experiencias de movilización en las últimas décadas del siglo XX y en esta primera década del siglo XXI, es especialmente relevante, porque se ha consolidado la especificidad de la acción colectiva: por un lado, la acción colectiva popular incorpora una fuerte dinámica de solidaridad grupal; por otro, la capacidad de movilización se ha demostrado en muy diversas ocasiones y ha llegado a provocar rupturas institucionales. Además, resulta pertinente, en América Latina, la hipótesis sobre una posible «normalización de la protesta»1: la aceptación de algunos modos de acción y diversificación de los grupos sociales que participan en ella, fenómeno ya observado en los repertorios de acción colectiva de Europa y Estados Unidos.
En este trabajo consideraré la solidaridad grupal como capacidad para la acción colectiva, y el aprendizaje de ciudadanía como el resultado más permanente y consolidado de la acción; intentaré explicar las circunstancias que condicionan el desarrollo de la acción colectiva de confrontación 2 (para lo cual rebato un excesivo economicismo en la explicación e introducir factores políticos, sociales y culturales); y por último, avanzará sobre la diversificación de los grupos sociales que participan en la acción, en particular la inclusión de las clases medias en la acción colectiva de confrontación.