¿por que se puede afirmar que los heroes del siglo XXI son heroes cotidianos?
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Respuesta:
Los tiempos que nos corresponde vivir a comienzos del siglo XXI son realmente apasionantes y quizá inimaginables hace décadas o incluso años atrás. Un desarrollo tecnológico sin igual, la ampliación de las libertades personales y la consolidación de regímenes democráticos en gran parte del mundo, y un amplio acceso a bienes culturales o de consumo, entre otros. Todo esto coexiste, lamentablemente, con guerras y violencia en algunas partes del globo, organizaciones criminales de carácter internacional, así como áreas de pobreza que parecen haberse quedado a la deriva de la historia. Un mundo con dicotomías y desafíos, que requiere de personas activas y comprometidas en la construcción del presente y la definición del futuro.
Vuelven a adquirir vigencia algunas de las proposiciones que planteaba hace casi exactamente un siglo Gilbert K. Chesterton en Ortodoxia (edición reciente de Acantilado, 2013): hace falta a nuestra vida un poco de fe; conviene abrigar un cierto disgusto sobre el estado actual de las cosas, aún para vivir satisfecho; para alcanzar esta proporción necesaria de contentamiento y de disgusto no basta la solución intermedia de los estoicos. Podríamos pensar que estamos en el mismo nivel que hace cien años, y que las inmensas oportunidades que ofrece el mundo de hoy coexisten con una autocrítica política y económica sobre nuestra civilización, así como muestran una cultura con signos de decadencia y debilidad. Parece demasiado parcial y pesimista este análisis.
Aunque se puedan buscar mil explicaciones para atacar o defender nuestro modelo de desarrollo actual, o aunque pasemos de la exaltación de sus virtudes a la depresión por sus vicios y debilidades, tal vez sea más saludable repensar en la actualidad la aparentemente anacrónica figura del héroe. No hablo de aquellos héroes que llenan los libros de historia con sus hazañas militares, las plazas con sus grandes monumentos o los panteones con sus tumbas admirables. Nos referimos más bien a aquellas personas que en su vida cotidiana viven heroicamente con un trabajo bien hecho, con convicciones fuertes (pocas, intransables), con ese heroísmo de los inconformistas (pero que viven con los pies en la tierra), de los que aman la libertad con pasión y que saben que una vida mejor es posible. En síntesis, de esos hombres y mujeres que rechazan la neutralidad ética, que creen en ciertas verdades, que están dispuestos a dar la vida o a sufrir las adversidades sin rendirse a la primera tentación o amenaza.
Es necesario volver a la figura del héroe en un momento en que la discusión teórica ha perdido dramatismo y el intercambio de ideas carece de valor, y todo parece reducirse a intercambios contables o necesidades materiales. Es decir, una cultura plana, sin relieves, con escasas convicciones. En definitiva sin heroísmo. No se trata de vivir amargado, odiar al mundo o ser un profesional de la crítica. No se trata de eso. Precisamente porque hay que amar al mundo es que debe permanecer la ilusión por hacerlo mejor. No es que se odie al hombre: se le desea virtuoso, fuerte, profundo, con valores firmes ¡un héroe!
Explicación:
DIFICIL