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Con la mayor ocupación informal de los terrenos en la periferia de Lima, que se intensificó en la década de 1990, aumentan los riesgos de desastres en el país. Los terrenos ocupados, que incluyen las laderas de los cerros de gran pendiente, son vulnerables a los sismos y las lluvias intensas. A ello se suma la frágil infraestructura de las viviendas, que suelen construirse sin asesoría técnica.
Aunque en el 2004, el instituto Tyndall Centre de Londres ubicó al Perú como el tercer país más vulnerable ante el cambio climático, después de Bangladesh y Honduras, el panorama no ha cambiado mucho. Sin embargo, la forestación de laderas puede reducir los riesgos de desastres, ya que controla la caída de rocas, impide la ocupación de nuevas viviendas y ayuda a formalizar la propiedad.
Un ejemplo del aporte de la forestación en las laderas de Lima es el piloto en los AA. HH. El Volante II y III, en Independencia, ambos con 3500 árboles plantados.