¿Puede funcionar el mundo sin política? ¿Puede haber un camino eficaz hacia la fraternidad universal y la paz social sin una buena política?
Respuestas
No nos representan". Esta frase no es sólo uno de los principales lemas del Movimiento 15-M. Es también toda una declaración de principios de una nueva generación ciudadana que emerge de las propias consecuencias de la crisis económica, y que se agranda cada vez que el poder es incapaz de explicar sus drásticas decisiones al pueblo soberano: los apolíticos. Aquellos que creen que gobierne quien gobierne, gobierne como gobierne, no afectará al futuro de la sociedad porque, en esencia, todos los políticos son iguales.
Las encuestas no pueden ser más explícitas. Según el último barómetro del CIS, el 24% de los españoles consideran a la clase política como el principal problema del país, situándose esta cuestión en el tercer lugar de los asuntos que más preocupan a los ciudadanos, tan sólo detrás del paro y de la situación económica. ¿Es necesario, por tanto, que los partidos reformulen el concepto clásico de la política? ¿La política tiene futuro? ¿Sigue siendo necesaria?
Estas y otras cuestiones son las que se plantea el Departamento de Ciencia Política de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), en el libro Política para apolíticos. Contra la dimisión de los ciudadanos (Ariel, 2012). Desinterés, lejanía, divorcio, corrupción, incumplimiento o incompetencia son algunos de los términos que en los últimos años se relacionan íntimamente en el ideario colectivo con el concepto de la política. Y son los que dan pie a catedráticos y profesores de la UAB a formular en su texto su particular reivindicación de la materia desde el punto de vista crítico que requiere la situación.
La política "se menosprecia, pero al mismo tiempo se reclama", advierte Xavier Ballart, catedrático de la mencionada universidad y editor, junto con Josep María Vallès, del ensayo compuesto por textos de, entre otros, Joan Botella, Alex Casademunt, Joan Subirats o Eva Anduiza. Ballart fue quien propuso unir a todo un departamento de una universidad pública en torno a este proyecto que pretende explicar las principales cuestiones que se plantean los ciudadanos comprometidos ante la crisis de la política. "No estamos dando soluciones, estamos llamando la atención y explicando nuestra visión sobre estos problemas para que los ciudadanos se vuelvan a interesar por la política", explica.
Porque él, como sus compañeros de profesión, consideran que el auge de la apolítica sí tiene solución. "Se pueden hacer reformas institucionales, en el sistema político o en el de elección", afirma Ballart, que recalca que toda actuación política que pretenda ser creíble tiene que estar relacionada con "la transparencia" y con la idea de "rendir cuentas" ante los ciudadanos. "Hay maneras de hacer política que facilitan el acercamiento de la gente, sobre todo cuando se tratan cuestiones que les interesan".
Y, si se mantiene este desapego ciudadano, ¿no está en riesgo el propio sistema democrático? "En las democracias consolidadas hay dos tipos de apoyos políticos. Por un lado se respalda a los gobiernos pero, por otro, también al sistema de la democracia. Y el apoyo básico a la democracia en nuestro país es muy fuerte", insiste Ballart, "porque la gente entiende que no hay alternativa". Como catedrático de Ciencia Política sí ve posible y necesario que el sistema registre mejoras. Propone "mirar hacia el norte" de Europa para "copiar" sus modelos de elección, o hacia California para adoptar la fórmula del recall (rellamada) que supone que "el gobernador se someta a la confianza de la ciudadanía en la mitad de su mandato".
Pero todo ello dependerá de la voluntad ciudadana. "Porque es muy fácil criticar a los políticos, pero difícil entender la complejidad de sus actuaciones y decisiones". Por eso, más que utilizar a los políticos como "cabeza de turco", Ballart aboga por "hacer esfuerzos", y por dar protagonismo a los mediadores que, como los profesores que están detrás de este libro, pretenden acercar a políticos y ciudadanos. Reconciliar al pueblo con sus representantes.