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Respuesta: Durante gran parte del siglo XX, la religión y la política caminaron más separadas que nunca en la Historia. Sin embargo, en un determinado momento de sus décadas finales, se produjo una espectacular inversión. La política y la religión volvieron a unirse con una fuerza poco antes impensable. Debemos advertir, ya desde el principio, que dicho cambio se produjo en las sociedades monoteístas. En ellas, pues, vamos a poner nuestra atención.
Después de las guerras de 1967 y de 1973, el partido político Likud inició en Israel la carrera del ascenso hasta que en l977 llegó al poder tras unas elecciones cuya victoria siempre conseguía el partido laborista, de carácter secular. En 1973 se creó la Organización de la Conferencia Islámica, fundamentada en la religión musulmana. En 1979, el ayatolá Jomeini conquistó el poder en el Irán pretendiendo un influjo efectivo en todo el islam. En 1980, el nuevo presidente de los EEUU, Ronald Reagan, incluyó en la actividad normal de sus operaciones políticas el favorecer a la religión. En las últimas décadas del siglo, las representaciones de los grupos religiosos fueron abriendo oficinas en Bruselas y consiguieron en la UE posiciones favorables a la relación con las religiones.
Son numerosos los autores que hacen referencia a dicho cambio de la presencia de la religión en la vida de la sociedad.
Gilles Kepel lo describe así: “Hacia 1975... un nuevo discurso religioso toma forma, no para adaptarse a los valores seculares sino para devolver el fundamento sacro a la organización de la sociedad, cambiándola si es necesario. Este discurso, a través de sus múltiples expresiones, propone la superación de una modernidad fallida a la que atribuye los fracasos y las frustraciones provenientes del alejamiento de Dios... En quince años este fenómeno ha adquirido dimensión universal”.[1] Edward Mortimer afirmaba en 1991: “la religión parece estarse introduciendo cada vez más en los asuntos internacionales”.[2] En nuestro país, Eugenio Trías lo expresó de la siguiente forma: “La religión vuelve a estar de actualidad después de dos siglos en los cuales parecíamos asistir a su declive irreversible. Lejos de ser un factor cultural en retroceso, parece hallarse hoy, en primer plano de los asuntos mundiales”.[3] Paralelas a estas manifestaciones son las conclusiones a las que llegan los estudios de los sociólogos, entre los que mencionamos solamente a dos: Juan Linz[4] e Ignacio Sotelo.[5]
Y, últimamente, Georges Corm ha escrito: “Ayer, hace sólo treinta años, algunos elementos de este nuevo decorado de nuestro universo no eran realmente visibles. Hoy estamos rodeados, atufados por su omnipresencia... Parece que es la identidad religiosa la que lo envuelve todo”.[6] Interés tiene también la pregunta sobre las causas u orígenes de dichos nuevos decorados religiosos: “Sin embargo, no sabemos cómo han llegado aquí, quién los ha pintado y ordenado tan bien a nuestro alrededor”.[7]
Para iniciar un camino adecuado de investigación al respecto, es necesario que nos hagamos algunas preguntas. La primera de ellas resulta muy obvia: ¿cuáles han sido las causas de tan general y coincidente fenómeno?
A continuación hay que inquirir sobre los efectos de la nueva situación: ¿qué consecuencias y repercusiones tiene y va a seguir teniendo en la sociedad internacional?
Por último, hay que referirse al tratamiento político de la cuestión. ¿Cómo debe ser tratado dicho fenómeno? Últimamente pretende ser abordado, por lo menos en parte, desde la llamada “Alianza de Civilizaciones”. Las civilizaciones se han construido a partir, sobre todo, de las religiones.
Las causas de tan general y coincidente nueva relación entre la religión y la política, según luego iremos viendo, son principalmente, tres: (1) la búsqueda y la revitalización de las identidades más profundas; (2) la vinculación de las civilizaciones al hecho histórico concreto del cambio de soberanía del territorio de los lugares sagrados judíos e islámicos, de Israel/Palestina; y (3) la utilización de lo religioso como pretexto para justificar y potenciar la fuerza de las partes opuestas en los conflictos. Los tres factores están íntimamente relacionados entre sí. No olvidemos que la identidad se forma y mantiene con referencia a un contrario y que lo acaecido en Israel/Palestina es una concreción de las otras dos causas.
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Explicación: ESPERO TE SIRVA