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Cuando la piedra voladora casi me golpea la cabeza, comprendí que la casa no estaba desierta, y que lo que consistía en una historia popular cobró vida al instante en el que mi corazón parecía estallar. Cuando quisimos huir, la reja de la entrada se había cerrado y era imposible escalarla, la empujábamos con desesperación sin lograr abrirla, nadie pasaba por ese paraje ya que la casona estaba en una cuadra dónde sólo habían tres casas más y ninguna de ellas estaba habitada.
Sabíamos que la bruja quería nuestras zapatillas, con ellas podría hacer su pócima y si lo lograba nuestras almas estarían condenadas para siempre. Nos armamos con dos grandes palos que estaban tirados al costado del maltrecho sendero, recorrimos lentamente el jardín oscuro buscando otra salida, sólo nos quedaba rodear la casa para probar suerte en el lado opuesto, y así fue como lo hicimos, nerviosamente brazo con brazo temiendo lo peor en cada momento. Cuando estábamos pasando debajo de un ventanal, de sus rotos vidrios asomó un esquelético brazo pálido con arrugas que parecían surcos grisáceos que no terminaban jamás, agarrando a mi primo de sus cabellos, la mano mortecina con largas uñas negras no soltaba y el espanto y los gritos se apoderaron de la noche, mientras una risotada que parecía de otro mundo espantó a dos lechuzas que descansaban en el pino.
Nina y la casa abandonada es una novela de suspenso, que hará las delicias de grandes y chicos, inspirada en la leyenda limeña de un fantasma femenino que aterroriza a los choferes en la Variante de Pasamayo.
La primera edición de Nina y la casa abandonada fue un éxito completo. Niños atrapados por la lectura, jóvenes emocionados y adultos sorprendidos fue el resultado de esta novela corta, en la que Nina viaja con su hermano y sus padres sin saber que deberá enfrentarse a una mujer misteriosa en la variante de Pasamayo, y develar los terribles secretos de una casa en el desierto donde los niños desaparecían misteriosamente.