• Asignatura: Castellano
  • Autor: mathiashuaman
  • hace 3 años

Cuando estábamos en el cuartel, cada mañana, sonaba la trompeta poco antes del alba, anunciando el inicio del día. Con los ojos medio cerrados por el sueño, nos cambiábamos con rapidez extrema y nos preparábamos para la primera revisión. El encargado del dormitorio pasaba observando cada camarote, asegurándose de que todo estuviera en orden. Se detuvo hacia la mitad del cuarto: algo llamó su atención.

-¡Pérez! -gritó- ¡Esta cama está mal tendida! ¡Diez planchas, rápido!

La vida no era fácil, pero era la vida que habíamos escogido. Pérez hizo las planchas tan rápido como pudo y se puso de pie.

-Mira -le dijo el encargado- los pliegues en el cubrecama: son señal de que la has tendido a la mala. No hagas las cosas a la mala, Pérez; esfuérzate por hacerlas bien. Vuelve a tenderla.

“El encargado no era tan malo después de todo”, pensé.

-Bien...¡Ahora, porque Pérez nos ha retrasado con su descuido, TODOS van a hacer el doble de ejercicios esta mañana, en el mismo tiempo de siempre! ¡Cuando escuchen la trompeta, corren a asearse! ¡Cuando vuelva a sonar, formarán frente a su barraca para presentar el saludo correspondiente a los símbolos patrios! ¡Muévanse!

“O tal vez sí”, pensé de nuevo.

Después de los ejercicios estábamos molidos. El sudor que nos cubría la cara como lluvia de la selva era señal inequívoca de nuestro esfuerzo y cansancio. Sin embargo, debo confesar que uno no se sentía tan mal después del ejercicio. De hecho, a pesar del cansancio y el esfuerzo, uno se siente más vivo, más despierto, hasta tiene los ojos más abiertos. Hacer ejercicios cada mañana resulta bueno para la salud, creo.

Con todo el pelotón formado frente a la barraca, el encargado volvía a revisarnos. Era su responsabilidad exigirnos tanto como pudiéramos dar; por eso nos llamaba la atención cuando fallábamos en algo: una mancha en el botín, una arruga en la camisa, la falta de un botón, eran signos de descuido que no nos podíamos permitir. Nuestro deber era ser los mejores. Y éramos los mejores.

Esa vez pasamos la revisión. La sonrisa en el rostro del encargado revelaba su satisfacción. Se paraba frente a nosotros, dándonos la espalda, con la vista fija en la bandera, blanca como la alegría y roja como el dolor. La bandera me hacía recordar los ejercicios de la mañana.

Para todos era un símbolo de nuestro país; para mí era un símbolo de la vida que había escogido, y del heroísmo con que pensaba vivirla.

Yo sigo creyendo que la exigencia valía la pena.

Respuestas

Respuesta dada por: melanienriquez55
2

Respuesta:

jejeje muy lindo pero cual es la pregunta

Explicación:

:)


mathiashuaman: me olvide
mathiashuaman: xd}
akemiyeri: Reconoce los signos que apercen en siguiente texto. Anótalos en el cuadro que aparece después.
akemiyeri: esa es ^^
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