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Respuesta: acerdote Pedro Luis Rengifo Hurtado vicario pastoral de la diócesis de Armenia.
“Los que se acercan al sacramento de la penitencia obtienen de la misericordia de Dios el perdón de los pecados cometidos contra Él y se reconcilian con la iglesia, a la que ofendieron con sus pecados”, Concilio Vaticano II.
La confesión de los pecados (acusación), incluso desde un punto de vista simplemente humano, libera y facilita la reconciliación con los demás, con la confesión, el hombre se enfrenta a los pecados de los que se siente culpable, asume su responsabilidad y por ello se abre de nuevo a Dios y a la comunión de la iglesia con el fin de hacer posible un nuevo futuro.
“La confesión de los pecados hecha al sacerdote constituye una parte esencial del sacramento de la penitencia con ella los penitentes deben enumerar todos los pecados mortales de que tienen conciencia tras haberse examinado seriamente, incluso si estos pecados son muy secretos y si han sido cometidos solamente contra los dos últimos mandamientos pues a veces, estos hieren más gravemente el alma y son más peligrosos que los que han sido cometidos a la vista de todos”, explicó el sacerdote Pedro Luís Rengifo Hurtado vicario pastoral de la diócesis de Armenia.
Quienes actúan de otro modo y callan conscientemente algunos pecados, no están presentando ante la bondad divina nada que pueda ser perdonado por mediación del sacerdote.
El nombre del sacramento
Se le denomina sacramento de conversión porque realiza sacramentalmente la llamada de Jesús a la conversión y a la vuelta al Padre del que el hombre se ha alejado por el pecado, de igual manera de la penitencia porque consagra un proceso personal y eclesial de conversión, de arrepentimiento y de reparación por parte del cristiano pecador, asimismo el de la confesión porque la declaración o manifestación de los pecados ante el sacerdote, es un elemento esencial de este sacramento. En un sentido profundo este es también un reconocimiento y alabanza de la santidad de Dios y de su misericordia para con el hombre pecador”, aseguró el sacerdote.
Dentro del proceso de la confesión para los católicos se insiste en tres formas de penitencia: el ayuno, la oración y la limosna que expresan la conversión con relación a sí mismo, con Dios y con los demás.
La conversión se realiza en la vida cotidiana mediante gestos de reconciliación, la atención a los pobres, el ejercicio y la defensa de la justicia y del derecho por el reconocimiento de las faltas ante los demás, la corrección fraterna, la revisión de vida, el examen de conciencia, la dirección espiritual, la aceptación de los sufrimientos, el padecer la persecución a causa de la justicia y tomar la cruz cada día y seguir a Jesús es el camino más seguro de la penitencia.
“La lectura de la sagrada escritura, la oración de la liturgia y del Padre Nuestro, así como todo acto sincero de culto o de piedad reaviva en nosotros el espíritu de conversión y de penitencia y contribuye al perdón de nuestros pecados”, aseveró el vicario.
La satisfacción
Muchos pecados causan daño al prójimo. Es preciso hacer lo posible para repararlo (por ejemplo, restituir las cosas robadas, restablecer la reputación del que ha sido calumniado, compensar las heridas). La simple justicia exige esto. Pero además el pecado hiere y debilita al pecador mismo, así como sus relaciones con Dios y con el prójimo. La absolución quita el pecado, pero no remedia todos los desórdenes que este causó, liberado el pecador debe todavía recobrar la plena salud espiritual. Por tanto, debe hacer algo más para reparar sus pecados, debe satisfacer de manera apropiada o ‘expiar’ sus pecados. Esta satisfacción se llama también penitencia.
La penitencia
“La que el confesor impone debe tener en cuenta la situación personal del penitente y buscar su bien espiritual. Debe corresponder todo lo posible a la gravedad y a la naturaleza de los pecados cometidos. Puede consistir en la oración, en ofrendas, en obras de misericordia, servicios al prójimo, privaciones voluntarias, sacrificios, y sobre todo, la aceptación paciente de la cruz que debemos llevar. Pero nuestra satisfacción, la que realizamos por nuestros pecados, sólo es posible por medio de Jesucristo”, concluyó el sacerdote Pedro Luis Rengifo Hurtado.
La Semana Santa es un tiempo para reflexionar y buscar en el fondo del corazón qué se ha hecho mal y de qué manera se puede reparar el daño que se ha cometido en contra de los demás. Aunque para los católicos este tiempo es de suma importancia, en otras religiones la confesión es simplemente un encuentro con el Señor sin intermediarios.
Efectos
-La reconciliación con Dios por la que el penitente recupera la gracia.
-La reconciliación con la iglesia.
-La remisión de la pena eterna contraída por los pecados mortales.