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Suele ser considerada como una hermosa y atractiva mujer de edad primaveral, seductora y comprometedora en sus actos al punto que llego a seducir a un sacerdote.
La mujer que enamora a un sacerdote recibe el apodo de “Mula del Diablo”. Este remoquete aún perdura en la mente de la gente y se acostumbra con más frecuencia en los pueblos pequeños como Oporapa, Palestina, Nátaga y Elías donde los sacristanes hacen las veces de defensores de los sacerdotes. Según otro relato escuchado a un desconocido, cuando la amante del sacerdote regresaba a su casa se convertía en una enorme mula que despedía a su paso un asqueante olor a azufre producido por los vapores emanados de su nariz. Además, al avanzar a gran velocidad el producía con sus cascos chispas y llamas visibles a gran distancia. Si era enlazada y lograba huir de sus perseguidores rompiendo el lazo, podía ser encontrada, pues la parte del lazo que arrastraba quedaba extendida, la mitad dentro de la casa y la otra mitad hacia el exterior de la misma, pasando bajo la puerta principal