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Todos tenemos a alguien en nuestras vidas con quien discutir se convierte en una pesadilla. Con personas que, generalmente, piensan ser dueños de la verdad. Y es que aunque defender los puntos de vista de cada uno esté bien, el problema –o más bien la frustración– se desencadena cuando la conversación muta a un monólogo y no hay espacio para el diálogo.
Sin embargo, eso no significa que este tipo de relación sean dañinas, ni mucho menos. Son ciertos rasgos de algunas personas, que podrían responder a temas de inseguridades, pero que a largo plazo terminan provocando la lejanía o distanciamiento por parte del resto. Porque a nadie le acomoda discutir con alguien que no es capaz de validar la opinión de los demás. ¿Se puede (y vale la pena) volver a intentarlo? Los expertos aseguran que sí.