9. Lee el siguiente texto filosófico y haz un ensayo de lo que piensas (2 páginas)
SÓCRATES:
No sé, atenienses, la sensación que habéis experimentado por las palabras de mis acusadores.
Ciertamente, bajo su efecto, incluso yo mismo he estado a punto de no reconocerme; tan
persuasivamente hablaban. Sin embargo, por así decirlo, no han dicho nada verdadero. De las
muchas mentiras que han urdido, una me causó especial extrañeza, aquella en la que decían que
teníais que precaveros de ser engañados por mí porque, dicen ellos, soy hábil para hablar. En efecto,
no sentir vergüenza de que inmediatamente les voy a contradecir con la realidad cuando de ningún
modo me muestre hábil para hablar, eso me ha parecido en ellos lo más falto de vergüenza, si no es
que acaso éstos llaman hábil para hablar al que dice la verdad. Pues, si es eso lo que dicen, yo estaría
de acuerdo en que soy orador, pero no al modo de ellos. En efecto, como digo, éstos han dicho poco
o nada verdadero. En cambio, vosotros vais a oír de mí toda la verdad; ciertamente, por Zeus,
atenienses, no oiréis bellas frases, como las de éstos, adornadas cuidadosamente con expresiones
y vocablos, sino que vais a oír frases dichas al azar con las palabras que me vengan a la boca; porque
estoy seguro de que es justo lo que digo, y ninguno de vosotros espere otra cosa. Pues, por
supuesto, tampoco sería adecuado, a esta edad mía, presentarme ante vosotros como un
jovenzuelo que modela sus discursos. Además, y muy seriamente, atenienses, os suplico y pido que
si me oís hacer mi defensa con las mismas expresiones que acostumbro a usar, bien en el ágora,
encima de las mesas de los cambistas, donde muchos de vosotros me habéis oído, bien en otras
partes, que no os cause extrañeza, ni protestéis por ello. En efecto, la situación es ésta. Ahora, por
primera vez, comparezco ante un tribunal a mis setenta años. Simplemente, soy ajeno al modo de
expresarse aquí. Del mismo modo que si, en realidad, fuera extranjero me consentiríais, por
supuesto, que hablara con el acento y manera en los que me hubiera educado, también ahora os
pido como algo justo, según me parece a mí, que me permitáis mi manera de expresarme -quizá
podría ser peor, quizá mejor- y consideréis y pongáis atención solamente a si digo cosas justas o no.
Éste es el deber del juez, el del orador, decir la verdad.
Platón, Apología de Sócrates (fragmento, 17a-18a)
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