Respuestas
Explicación:
Hablar y decir no es lo mismo, aun cuando son interdependientes. Hablar es actuar, un acto intransitivo; decir es hacer, que supone transitividad. De la diferencia entre hablar y decir se derivan dos concepciones complementarias de la retórica. El autor de este artículo afirma que el «arte de hablar» exige una perpectiva fundamentalmente antropológica. La retórica se convierte así, en competencia con la filosofía, en una ciencia fundamental que influye en todo conocimiento humano de cualquier índole, pero especialmente el conocimiento práctico que supone la deliberación sobre nuestras actuaciones y el planteamiento y resolución de nuestros problemas.
Después de más de un siglo de incomprensión y desprecio asistimos desde hace dos decenios a lo que podría llamarse el renacimiento de la Retórica. El interés por la vieja disciplina aumenta día a día a ritmos diferentes según los países. Nuevas instituciones, actividades y pu-blicaciones que propugnan la restauración de los estudios retóricos van surgiendo en estos momentos de transición tanto secular como histórica entre la sociedad postindustrial y lo que llaman sociedad de la información. Vivimos sin embargo en unos tiempos en que la chrêmatistikê, el espíritu financiero, y la retórica del Mercado dominan nuestra vida y nuestro pensar de una manera inevitable. Como en el siglo de la Sofística, estamos expuestos a un uso de la retórica de variopintas intenciones.
El dar nombre a algo no implica sin más que ese algo conlleve una descripción o una definición clara y unívoca. Cuanto más frecuente es el uso de una denominación concreta, más probabilidad hay de que vaya adquiriendo sentidos diferentes. La denominación de retórica no se aplica a algo que pueda definirse o delimitarse sin más. La retórica es un lugar, un topos -por usar un término retórico-, una especie de hogar que reúne en su torno narraciones diferentes, o un parque de recreo en el que cada uno juega su juego. El filólogo noruego Øivind Andersen publicó en 1995 uno de los mejores libros sobre la evolución y los diferentes aspectos de la retórica que hayan visto la luz durante los últimos años. Ha dado el autor nórdico a su libro el sugestivo título de "En la pradera de la retórica» (I retorikkens hage, Andersen [1995]). La comparación entre la retórica y una pradera en la que proliferan plantas y flores de diversas especies y en donde muchos tipos diferentes de actividades pueden tener lugar, es sumamente acertada y ha inspirado el subtítulo de mi artículo.
Hablar y decir
Para ir distinguiendo especies en la pradera de la retórica, voy a empezar por distinguir entre el hablar y el decir y, con ello, entre dos concepciones -ciertamente coordinadas, mas no por ello menos diferentes- de la retórica como arte de hablar y como arte de decir. Elegir la primera concepción implica acercarse a la filosofía y a la psicolinguística, mientras que la segunda nos conecta con la ciencia de la literatura o estilística y con la semiótica.
Hablar y decir parecerán quizá expresiones respectivamente sinónimas y ciertamente el uso cotidiano las intercambia e iguala. Pero si alguien dice, por ejemplo: «El Jefe del Gobierno habló en la televisión ayer» y un interlocutor responde preguntando: «Y ¿qué dijo?», esta pregunta carecería de sentido si el hablar y el decir significaran exactamente lo mismo. Hablar es en efecto hacer uso de una facultad, decir es usar esa facultad en un acto de expresión concreta, empíricamente apreciable. Esto hace relación a la distinción aristotélica entre prãxis y poíesis a la que volveré más adelante. Naturalmente que nadie puede hablar sin decir o formular expresiones concretas en una lengua concreta y ningún ser viviente puede decir nada concreto sin poseer la facultad de hablar. No obstante, hablar y decir son aspectos diferentes del acto concreto de hablar, dando esto lugar a sectores de estudio y análisis diferentes.
La retórica ha venido a concentrarse cada vez más, durante los siglos transcurridos desde su creación, en el aspecto del decir, más bien que en el aspecto del hablar. Haciendo otra distinción más, es de notar también cómo el análisis de lo dicho, que propiamente es objeto de la poética y de la estilística, ha atraído mayor interés que el estudio del propio decir. Durante el siglo XIX, el interés de los estudiosos de la retórica se concentró casi exclusivamente en la teoría de las figuras, a despecho de las otras partes de la retórica (inventio, dispositio, elocutio, memoria, etc.). Lo primero en el conocimiento es lo último en el ser.