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Fátima Sánchez, más conocida como la Víbora Blanca, es una adivina del Puerto Apache (villa que a mediados de los 90´s ocupaba el lugar del hoy fastuoso y turístico Puerto Madero) quien tiene la desgracia de ver en su propio futuro (aunque acostumbra ver el de los demás, por dinero) su muerte, ahí nomás, a la vuelta de la esquina. Y esta es una desgracia considerable, ya que la Víbora Blanca es infalible. Comienza de esta manera una carrera contra el destino, ya que Fátima y sus amigos harán lo imposible por librarse de tan fatídico fin.
Leonardo Oyola es uno de los narradores más importantes de la escena del policial argentino actual. La literatura policial siempre ha gozado de buena salud en la vecina orilla y no le faltan buenos nombres como repertorio (el propio Borges coqueteó con el género, pero me quedo más con Osvaldo Soriano, Elvio Gandolfo o Juan Sasturain como exponentes). Justamente, “Santería” figura dentro de la primera tanda de publicaciones de la colección Negro Absoluto, coordinada por el mismo Sasturain (colección a la que nuestra local Cosecha Roja puede servir de reflejo), pero no es este relato un policial tradicional. Justamente, por contener un intrínseco asunto sobrenatural y al fin y al cabo relacionar lo que ocurre con la ancestral lucha entre el Bien y el Mal, “Santería” se pasea libremente entre el policial, el costumbrismo y la novela fantástica. Puestos a buscarle paralelismos (no es que los necesite tampoco) lo más cercano en tono que se le puede llegar a encontrar es la novela gráfica “Cosecha Verde” de Carlos Trillo y Domingo “Cacho” Mandrafina, por llevar adelante esa misma combinación de realismo mágico, marginalidad y el policíal más negro.
En el relato de Oyola no faltan las múltiples referencias al entorno, a la música que escuchan los protagonistas (hay letras enteras de canciones de Sumo, Sombras y La Renga, por decir algunas) e incluso, Oyola se revela como un cinéfilo consumado. Esto puede chocar un poco, sobre todo lo de cinéfilo, ya que leer en boca de pibes chorros referencias a Volver al Futuro o El Guardaespaldas (que se les diga a la seguridad de una ricachona Kevincostners, por ejemplo) juega al límite de lo verosímil. Pero pronto entendemos que no es un retrato urbano real lo que Oyola está creando, sino que nos ha metido de cabeza en un mundo paralelo. En el mundo de “Santería” asistimos a un 1996 que nunca existió, con las políticas de Menem a pleno, donde las balas en ocasiones no hacen nada si estás protegido por la Santa Muerte, los pibes chorros pueden citar todas la películas del mundo e incluso los demonios quieren ser amados. El universo alternativo de Oyola es alucinante, atrapante, cargado de personajes enternecedores, pintorescos y adictivos. Un autor a seguir.
Leonardo Oyola es uno de los narradores más importantes de la escena del policial argentino actual. La literatura policial siempre ha gozado de buena salud en la vecina orilla y no le faltan buenos nombres como repertorio (el propio Borges coqueteó con el género, pero me quedo más con Osvaldo Soriano, Elvio Gandolfo o Juan Sasturain como exponentes). Justamente, “Santería” figura dentro de la primera tanda de publicaciones de la colección Negro Absoluto, coordinada por el mismo Sasturain (colección a la que nuestra local Cosecha Roja puede servir de reflejo), pero no es este relato un policial tradicional. Justamente, por contener un intrínseco asunto sobrenatural y al fin y al cabo relacionar lo que ocurre con la ancestral lucha entre el Bien y el Mal, “Santería” se pasea libremente entre el policial, el costumbrismo y la novela fantástica. Puestos a buscarle paralelismos (no es que los necesite tampoco) lo más cercano en tono que se le puede llegar a encontrar es la novela gráfica “Cosecha Verde” de Carlos Trillo y Domingo “Cacho” Mandrafina, por llevar adelante esa misma combinación de realismo mágico, marginalidad y el policíal más negro.
En el relato de Oyola no faltan las múltiples referencias al entorno, a la música que escuchan los protagonistas (hay letras enteras de canciones de Sumo, Sombras y La Renga, por decir algunas) e incluso, Oyola se revela como un cinéfilo consumado. Esto puede chocar un poco, sobre todo lo de cinéfilo, ya que leer en boca de pibes chorros referencias a Volver al Futuro o El Guardaespaldas (que se les diga a la seguridad de una ricachona Kevincostners, por ejemplo) juega al límite de lo verosímil. Pero pronto entendemos que no es un retrato urbano real lo que Oyola está creando, sino que nos ha metido de cabeza en un mundo paralelo. En el mundo de “Santería” asistimos a un 1996 que nunca existió, con las políticas de Menem a pleno, donde las balas en ocasiones no hacen nada si estás protegido por la Santa Muerte, los pibes chorros pueden citar todas la películas del mundo e incluso los demonios quieren ser amados. El universo alternativo de Oyola es alucinante, atrapante, cargado de personajes enternecedores, pintorescos y adictivos. Un autor a seguir.
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