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Magnitud es algo cuantificable, es decir, medible, ponderable (ya en el libro de la Sabiduría se dice: "Tú lo has regulado todo con medida, número y peso", Sab. XI-20). Las magnitudes pueden ser directamente apreciables por nuestros sentidos, como los tamaños y pesos de las cosas, o más indirectas (aceleraciones, energías). Medir implica realizar un experimento de cuantificación, normalmente con un instrumento especial (reloj, balanza, termómetro).
Cuando se consigue que la cuantificación sea objetiva (no dependa del observador y todos coincidan en la medida) se llama magnitud física (tiempos, longitudes, masas, temperaturas, aceleraciones, energías). Hay otras magnitudes que no resultan cuantificables universalmente: gustos, sabores, colores, ruidos, texturas, aunque puede existir alguna propiedad física relacionada, como la potencia sonora con el ruido, la longitud de onda de la luz con el color, etc.
Medir es relacionar
una magnitud con otra u otras (de la misma especie o no) que se
consideran patrones universalmente aceptados, estableciendo una
comparación de igualdad, de orden y de número. Es decir, el resultado de
una medida lleva asociado tres entidades: una magnitud (dimensiones),
una unidad (suele indicar también las dimensiones) y una precisión
(normalmente entendida como una incertidumbre del 50% en la post-última
cifra significativa). Ejemplo: medir, dentro de cierto margen, si dos
cuerpos tienen la misma masa o la misma temperatura, medir cual de los
dos cuerpos tiene más masa o más temperatura, medir cuánta más masa o
más temperatura tiene uno respecto al otro. La incertidumbre es innata a
la medida; puede ser disminuida pero nunca anulada.