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El agua es un recurso natural cada vez más escaso en el mundo. La demanda de recursos naturales crece más rápido que la oferta; y la velocidad de reposición de la existente está disminuyendo. Según The World Resources Institute, más de la mitad del planeta afrontará escasez de agua para el año 2040. Esto se explica por: i) el rápido crecimiento de la población mundial, que se expande a tasas del 1.2% anual; ii) el cambio climático, que ha acelerado el ciclo del agua; y iii) el desperdicio del preciado líquido.
Desde el siglo XVIII, Adam Smith ya había planteado una paradoja con respecto al agua: “nadie la cuida por ser aparentemente abundante, pero en situación de escasez nada puede ser obtenido a cambio”. Ello deja entrever lo fundamental que es el agua para el ser humano y para el crecimiento económico, pues a partir de ella se elaboran todo tipo de manufacturas y servicios (alimentos y bebidas, energía eléctrica, etc.)
El despilfarro del agua resulta de la elevada aversión a pagar por el líquido, que hasta hace poco se pensaba “infinito” por parte de la mayoría de la población. La legislación global da a entender que el “consumo de agua es un derecho”, luego apli- can el principio: lo que nada nos cuesta volvámoslo fiesta. El desafío inmediato consiste en cómo manejar el sistema de precios del agua para evitar que esta fiesta de despilfarro continúe.
En Colombia la situación es más grave, pues la corrupción al interior de las entidades de servicios públicos (tanto de agua, como de energía) está acelerando la crisis en la prestación de estos servicios a “precios que sean sostenibles”. A este respecto, Anif ha venido manifestando que, frente a dichas corruptelas e ineficacias de la administración pública, lo mejor es acelerar los procesos de privatización de estas entidades.