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A diario escuchamos en los medios de comunicación hablar del Estado de Derecho. “Los movimientos radicales están socavando las bases del Estado de Derecho”, “los grupos de poder fáctico han puesto a su servicio al Estado de Derecho”, “el Estado de Derecho debe garantizar los derechos humanos de las personas”, son frases que continuamente están en boca de periodistas, políticos y líderes de opinión. Aprovechemos entonces esta predilección por el uso de este concepto (no siempre adecuado) para exponer algunas ideas en torno al mismo.
¿Qué es el Estado? Esa es una pregunta que muy pocas veces nos hacemos antes de iniciar una conversación o polémica en torno a los problemas por los cuales el Estado atraviesa. El Estado, para un sector importante de la doctrina, no es otra cosa que una forma de organización política que reclama con éxito el monopolio del uso de la fuerza. Dicho de otro modo, el Estado es una organización que monopoliza el uso de la violencia con el objetivo de conseguir las metas que desde el poder se trazan.
Además de los golpes de estado las otras acciones que pueden quebrar el orden impuesto a través de las leyes que garantizan un Estado de Derecho tenemos:
- La centralización de los poderes en uno solo, quitándole la autonomía a cada poder de autogestionarse individualmente.
- La personalización de los poderes publico, radicándolos en una persona y no en una institución.
- La aceptación y aplicación de las normas jurídicas que establecen la integridad personal de individuo y que este no se puede violentar.
- La jerarquización de los poderes públicos, dándole privilegios superiores a uno de ellos sobre los otros, o viceversa.