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Respuesta:
Carlomagno (en latín, Carolus [Karolus] Magnus; 2 de abril de 742, 747 o 748-Aquisgrán, 28 de enero de 814) fue rey de los francos desde 768, rey nominal de los lombardos desde 774 e Imperator Romanum gubernans Imperium[Nota 1] desde 800 hasta su muerte.
Explicación:
Hijo del rey Pipino el Breve y de Bertrada de Laon, sucedió a su padre y virreinó con su hermano, Carlomán I. Aunque las relaciones entre ambos se tornaron tensas, la repentina muerte de Carlomán evitó que estallara la guerra. Reforzó las amistosas relaciones que su padre había mantenido con el papado y se convirtió en su protector tras derrotar a los lombardos en Italia. Combatió a los musulmanes que amenazaban sus posesiones en la península ibérica y trató de apoderarse del territorio, aunque tuvo que batirse en retirada y a causa de un ataque de los vascones, perdió a toda su retaguardia, así como a Roldán, en el desfiladero de Roncesvalles.[1] Luchó contra los pueblos eslavos. Tras una larga campaña logró someter a los sajones, obligándolos a convertirse al cristianismo e integrándolos en su reino; de este modo allanó el camino para el establecimiento del Sacro Imperio Romano Germánico bajo la dinastía sajona.
Expandió los distintos reinos francos hasta transformarlos en un imperio, al que incorporó gran parte de Europa Occidental y Central. Conquistó Italia y fue coronado Imperator Augustus por el papa León III el 25 de diciembre de 800 en Roma, gracias a la oportunidad ofrecida por la deposición de Constantino VI y lo que se consideraba la vacancia del trono imperial, ocupado por una mujer, Irene. Estos hechos provocaron la indignación de la corte imperial, que se negó a reconocer su pretendido título. Tras unos frustrados planes de boda entre Carlomagno e Irene, estalló la guerra. Finalmente, en 812 Miguel I Rangabé reconoció a Carlomagno como emperador (aunque no «emperador de los romanos»).
Respuesta:
Carlomagno
(Carlos I el Grande; Aquisgrán, 742 - Aix-la-Chapelle, 814) Monarca germánico que restauró el Imperio en Europa occidental. Hijo primogénito del rey de los francos, Pipino el Breve, heredó el trono al morir su padre (768) y lo completó con los territorios orientales concedidos a su hermano Carlomán, al morir éste en el año 771.
Su política expansiva continuó con la conquista y anexión del reino lombardo (el norte de Italia), realizada en el 774, mediante una alianza de los francos con el Papado. Dominada Italia (aunque pervivían tendencias particularistas, especialmente fuertes en los ducados meridionales de Spoleto y Benevento), Carlomagno concentró sus energías en la conquista de Sajonia (norte de Alemania), empresa que le exigió dieciocho campañas sucesivas entre los años 772 y 804.
Carlomagno dominaba así el más importante reino de la Europa de su época; pero para mantenerlo tuvo que combatir continuamente: unas veces contra rebeliones o resistencias internas y otras para asegurar las fronteras contra enemigos exteriores.
Entre estas últimas cabe destacar la guerra contra los ávaros en la frontera oriental, que le llevó a dominar los territorios actuales de Hungría, Croacia y parte de Serbia; y también un intento infructuoso de penetrar en España, abortado por la derrota que le infligieron los vascos en la batalla de Roncesvalles (778), pero que le sirvió al menos para crear una Marca Hispánica sometida al reino franco, que iba de Pamplona a Barcelona.
La extensión geográfica del reino de Carlomagno correspondía a la totalidad de lo que hoy son Francia, Suiza, Austria, Bélgica, Holanda y Luxemburgo, y la mayor parte de Alemania, Italia, Hungría, la República Checa, Eslovaquia y Croacia. Ha sido considerado por ello un predecesor de la unidad europea. Ningún monarca había reunido en su mano un territorio tan extenso desde la caída del Imperio Romano (476); por lo que no es de extrañar que la idea de la restauración imperial se abriese paso, ligada a la alianza estable que Carlomagno mantuvo con el Papado.
El día de Navidad del año 800 el papa León III coronó a Carlomagno emperador, dando comienzo así un nuevo Imperio germánico, que perviviría hasta comienzos del siglo XIX. Aunque la continuidad de este Imperio germánico con el Imperio Romano de Occidente, desaparecido tres siglos antes, era una ficción, la restauración de la idea imperial significaba una aspiración a un poder universal por encima de los príncipes de los distintos reinos, que sería la contrapartida temporal de la supremacía del papa en lo espiritual. Esta peculiar alianza y complementariedad del emperador con el papa daría lugar a una pugna por la supremacía entre ambos poderes, que se prolongaría a lo largo de la Edad Media.
En una época caracterizada por el alto grado de violencia y de anarquía que presidía la vida social, el Imperio carolingio fue un gran esfuerzo de organización político-administrativa. Aunque no había una capital fija (la capital del Imperio estaba donde se encontrara el emperador con su corte), la ciudad germánica de Aquisgrán cumplió esas funciones de manera casi permanente. Desde allí, una Cancillería, a cuyo frente se encontraba un clérigo culto, dirigía los asuntos tanto civiles como eclesiásticos; el control del territorio estaba en manos de los condes, salvo en las marcas fronterizas, organizadas militarmente; y unos enviados del emperador (missi dominici) supervisaban la administración en cada rincón del territorio.
La religión cristiana constituía un elemento cultural de integración, de estabilidad y de orden social, que el emperador se encargó de cultivar: protegió a los monasterios y procuró extender la fe cristiana hacia el norte (imponiéndola por la fuerza a los sajones).
Sin embargo, aquel gran conglomerado territorial no sobrevivió mucho tiempo. El propio Carlomagno había previsto que, a su muerte, el Imperio se repartiera entre sus tres hijos; pero la muerte de dos de ellos retrasó la fragmentación hasta el momento en que murió el único sucesor superviviente, Ludovico Pío, que también dividió el Imperio entre sus tres hijos (Tratado de Verdún, 843). La dinastía Carolingia siguió al frente del Imperio hasta comienzos del siglo X, y en el Trono de Francia, hasta el 987.
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