• Asignatura: Castellano
  • Autor: tatianagonzalez2408
  • hace 3 años

El sabio profesor Aronnax y sus dos compañeros contemplan las profundidades marinas desde una claraboya del Nautilus. De pronto, se ven envueltos en una increíble aventura que les permite conocer mejor al capitán Nemo. Serían, más o menos, las once cuando Ned Land me hizo reparar en un formidable hormigueo producido entre la exuberante vegetación. —¡Qué animal tan enorme! —exclamó. Miré y no pude disimular un movimiento de repulsión. Ante mi vista se agitaba un horrible monstruo digno de figurar en las leyendas teratológicas. Se trataba de un pulpo de tremendas proporciones. Tendría unos ocho metros de longitud y marchaba reculando con extraordinaria velocidad en dirección al submarino, clavando en él sus grandes ojos de tintas verdosas. Sus ocho brazos, o, por mejor decir, sus ocho pies, situados en la cabeza, que han valido a estos animales el calificativo de cefalópodos, tenían un desarrollo dos veces mayor que el de su cuerpo y se retorcían como la cabellera de las Furias. Por la banda de estribor aparecieron otros pulpos. Pude contar hasta siete. Todos ellos escoltaban al Nautilus, y se oían rechinar sus picos al resbalar por encima del blindaje de acero. De pronto el Nautilus se detuvo. Un fuerte topetazo hizo trepidar toda su trabazón. —¿Hemos encallado? —pregunté. —Tal vez sí—respondió el arponero—. No obstante, el tropiezo ha debido ser insignificante ya que por el momento seguimos a flote. Pasado un minuto entró en el salón el capitán Nemo, seguido de su segundo. Me pareció que estaba preocupado. Sin dirigirnos la palabra, talvez sin vernos, se dirigió a la claraboya, miró a los pulpos y cambió algunas frases con su segundo. Yo me adelanté hacia el capitán. —Original colección de pulpos —le dije con la desenvoltura que lo habría hecho un aficionado ante la vitrina de un acuario. —Efectivamente, señor —me respondió —. Y vamos a luchar con ellos cuerpo a cuerpo. Miré al capitán, creyendo no haberle entendido. — ¿Cuerpo a cuerpo? —Sí, señor. La hélice se ha detenido, y supongo que la interrupción obedece a que alguno de esos pulpos ha metido su apéndice córneo entre las paletas. — ¿Y qué pretende hacer usted? —Subir a la superficie y exterminar esa basura. Me parece que la empresa va a ser algo difícil. —Realmente tiene sus dificultades. Las balas eléctricas no pueden producir ningún efecto en esas carnes blandas, en las que no hallan bastante resistencia para estallar; pero los atacaremos a hachazos. Nos dirigimos todos a la escalera central, donde aguardaban diez marineros armados con hachas de abordaje y preparados para el ataque. Consejo y yo tomamos dos hachas y Ned Land un arpón. El submarino estaba ya en la superficie. Uno de los marineros desatornilló las bisagras de la escotilla. Pero, apenas se hubieron retirado las tuercas, la trampilla se levantó con gran violencia. Al momento, uno de los brazos se metió por la abertura como una serpiente. El capitán Nemo cortó de un solo hachazo el brazo del molusco, que se deslizó por los escalones, retorciéndose horriblemente. En el momento en que nos abalanzábamos en tropel para salir a la plataforma, otros dos brazos, cortando el aire, alcanzaron al marinero que iba delante del capitán Nemo, y se lo llevaron con tremenda violencia. El capitán Nemo dejó escapar una enérgica exclamación y se lanzó al exterior, y todos nosotros le seguimos apresuradamente. ¡Qué escena! El desdichado, cogido por el monstruo y adherido a sus ventosas, era balanceado a merced de la gigantesca trompa. Jadeaba, se ahogaba, profería débiles gritos en demanda de socorro. Aquellas palabras pronunciadas en francés me produjeron estupor. ¡Abordo tenía yo un compatriota! Tal vez varios. Todavía me parece oír aquellos lamentos. El capitán Nemo se precipitó sobre el pulpo, descargó un nuevo golpe de hacha y le cortó otro de sus brazos. Su segundo luchaba con furor contra otros monstruos que se arrastraban por los costados del Nautilus. El equipo submarino combatía denodadamente. El arponero, Consejo y yo hundíamos nuestras respectivas armas en aquellas masas de carne. La atmósfera estaba impregnada de un fuerte olor a almizcle. Por un momento creí que aquel desdichado sería liberado de la enorme presión de las ventosas. De los ocho brazos del animal, siete habían sido ya cortados; el único que le quedaba se balanceaba en el aire, blandiendo a su víctima como una pluma. Pero en el momento en el que el capitán y su segundo arremetían nuevamente contra él, proyectó un chorro de un líquido negro segregado de una bolsa que tenía en su abdomen y nos dejó cegados. Cuando se hubo disipado la nube, el pulpo había desaparecido y, con él, el infortunado compatriota. Veinte mil leguas de viaje submarino,
d. En la escena que se narra en este texto, el ritmo se va intensificando en la medida en que transcurren los hechos. Subraya el fragmento en el que consideres que el ritmo de la narración es el más intenso. Justifica tu selección.


tatianagonzalez2408: Ayudenme por favor

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Respuesta dada por: AgusLaPiknte
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Uno de los marineros desatornilló las bisagras de la escotilla. Pero, apenas se hubieron retirado las tuercas, la trampilla se levantó con gran violencia. Al momento, uno de los brazos se metió por la abertura como una serpiente. El capitán Nemo cortó de un solo hachazo el brazo del molusco, que se deslizó por los escalones, retorciéndose horriblemente. En el momento en que nos abalanzábamos en tropel para salir a la plataforma, otros dos brazos, cortando el aire, alcanzaron al marinero que iba delante del capitán Nemo, y se lo llevaron con tremenda violencia. El capitán Nemo dejó escapar una enérgica exclamación y se lanzó al exterior, y todos nosotros le seguimos apresuradamente. ¡Qué escena! El desdichado, cogido por el monstruo y adherido a sus ventosas, era balanceado a merced de la gigantesca trompa. Jadeaba, se ahogaba, profería débiles gritos en demanda de socorro. Aquellas palabras pronunciadas en francés me produjeron estupor. ¡Abordo tenía yo un compatriota! Tal vez varios. Todavía me parece oír aquellos lamentos. El capitán Nemo se precipitó sobre el pulpo, descargó un nuevo golpe de hacha y le cortó otro de sus brazos. Su segundo luchaba con furor contra otros monstruos que se arrastraban por los costados del Nautilus. El equipo submarino combatía denodadamente. El arponero, Consejo y yo hundíamos nuestras respectivas armas en aquellas masas de carne. Por un momento creí que aquel desdichado sería liberado de la enorme presión de las ventosas. De los ocho brazos del animal, siete habían sido ya cortados; el único que le quedaba se balanceaba en el aire, blandiendo a su víctima como una pluma. Pero en el momento en el que el capitán y su segundo arremetían nuevamente contra él, proyectó un chorro de un líquido negro segregado de una bolsa que tenía en su abdomen y nos dejó cegados. Cuando se hubo disipado la nube, el pulpo había desaparecido y, con él, el infortunado compatriota.


tatianagonzalez2408: Thank you
AgusLaPiknte: You're welcome
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