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El ingreso del nacionalismo extremo en numerosos países desequilibra la normalidad necesaria para acabar con las guerras comerciales y la resolución de los problemas económicos, los semáforos en rojo de este tiempo.
Son varios los analistas que consideran que esa maldición emergió con la crisis del 2007/2008 donde el Mercado Común Europeo entró en picada, sin paracaídas presenciando la fragmentación en el continente a nivel político. Bruselas fue desobedecida y cayeron sobre las autoridades continentales todo tipo de improperios. Eso trajo hundimiento de la economía, pérdida de empleos, caída de la demanda y mercados poco competitivos. Y un grupo de autócratas que hacen negocios e ignoran las reglas del juego se ha impuesto en varios países de la ex-órbita soviética.
Otros pensadores indican que toda la tormenta trajo a la superficie un nacionalismo extremo porque al bache económico se le sumaron las corrientes migratorias torrenciales . Y adscripto a ese tipo de nacionalismo llegó el racismo y el antisemitismo y todo lo que representara la extranjería, el odio a lo foráneo, la imposibilidad de entender las razones "del otro". Algunos líderes europeos han tomado conciencia de ello, otros se suben a caballo, demagógicamente, de los reclamos populares.