Qué descubrimientos permitieron asegurar a finales del siglo 19 la existencia de esta ciudad mítica de Troya
Respuestas
Heinrich Schliemann es considerado el descubridor de Troya y del Tesoro de Príamo. Con motivo del aniversario de su muerte, hace 125 años, el Nuevo Museo de Berlín le dedica una exposición.
Heinrich Schliemann fue una mezcla de loco soñador y de genio. Un loco soñador que se lanzó a recorrer Turquía con un ejemplar de la Ilíada de Homero en la mano, en busca de Troya. Y un genio que, en las postrimerías del siglo XIX, desarrolló métodos de investigación hasta hoy utilizados. Durante mucho tiempo en Alemania no se apreciaron sus méritos, a diferencia de lo ocurrido en Inglaterra, donde se celebró por todo lo alto el descubrimiento de este hombre nacido el 6 de enero de 1822 en Mecklemburgo oriental.
El hallazgo
Heinrich Schliemann.
Heinrich Schliemann.
Durante siglos se había buscado rastros de Troya. Pero nadie había encontrado pruebas de que el poema épico de Homero sobre la guerra troyana tuviera asideros reales. Hasta 1871. En la colina de Hisarlik, en el noroeste de la actual Turquía, Schliemann encontró los restos de la ciudad, también conocida como Ilión, que dio el nombre a la Ilíada.
El arqueólogo alemán no fue el primero en creer que allí se encontraba el sitio descrito por Homero. El británico Frank Calvert ya había realizado excavaciones en la región. Ambos se conocieron por casualidad. Calvert era dueño de terrenos alrededor de Hisarlik, pero no tenía ya dinero para seguir cavando. Su trabajo no había sido coronado por el éxito. La larga historia de la ciudad, que se extiende desde el año 3000 A.C. hasta la alta Edad Media, dificultó al comienzo establecer con precisión el origen de los hallazgos. Calvert indujo a Schliemann a continuar el trabajo que él había comenzado. Y en 1872, éste tuvo la certeza: los gruesos muros que había desenterrado pertenecían a la fortificación de Troya.
Por la senda homérica
Desde su infancia sintió fascinación por los relatos homéricos. Pero su carrera no siguió desde un comienzo esos derroteros. Primero hizo un aprendizaje comercial. En Ámsterdam comenzó a trabajar como mensajero. Lo favoreció el hecho de tener gran facilidad para los idiomas. En solo un año aprendió holandés, español, italiano y portugués. A ellos se sumó luego el ruso. Y Schliemann supo aprovechar hábilmente esos conocimientos.
Schatz des Priamos
Adornos de oro del Tesoro de Príamo.
Se fue a vivir a Rusia e hizo negocios con municiones con los que ganó una fortuna. Se trasladó luego a París para estudiar, aprendió griego antiguo y latín. Un viaje de estudios lo llevó en 1868 a Ítaca, donde realizó excavaciones en busca del palacio de Ulises. Desde allí continuó viaje al Mar de Mármara. Con la Ilíada por guía, buscaba Troya. Primero encontró recipientes que no correspondían a las descripciones de Homero. Luego desenterró restos de la ciudad en ruinas. Entre sus hallazgos más notables se cuenta lo que el llamó el “Tesoro de Príamo”. Lo sacó del país de contrabando y se lo regaló a los alemanes. Sin embargo, en el entrevero de la II Guerra Mundial, el tesoro fue a parar a Rusia y se lo dio durante largos años por perdido. Hoy lo alberga el Museo Pushkin, en Moscú.
Errores perdonados
Desgraciadamente, Schliemann se equivocó. El tesoro no era de Príamo, sino que correspondía a una desconocida cultura altamente desarrollada, aproximadamente 1250 años más antigua que Troya. También en Micenas, donde excavó entre 1874 y 1876, incurrió en un lamentable error. La máscara de oro que desenterró allí no pertenecía al héroe micénico Agamenón. No obstante, la historia perdonó sus equivocaciones. Heinrich Shliemann, quien murió el 26 de diciembre de 1890 en Nápoles, se cuenta hasta hoy en día entre las figuras más destacadas de la historia de la arqueología.
Heinrich Schliemann - Totenmaske des Agamemnon
La máscara de Agamenón, según Schliemann.
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