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nos dan el gobierno o iremos a Roma a tomarlo”. Con estas palabras, Benito Mussolini concluía su discurso durante la concentración del Partido Nacional Fascista en Nápoles, el 24 de octubre de 1922. No era una amenaza vacía: había convocado aquel acto precisamente para tantear el apoyo con el que podía contar para presionar al rey Víctor Manuel III y que este le encargara la formación de un nuevo gobierno. Y la impresión fue sin duda positiva, ya que solo cinco días después obtuvo lo que quería.A pesar de aquella declaración de intenciones, las autoridades municipales reaccionaron con desmedida confianza, ya que no se habían producido grandes alborotos. El presidente del Consejo de Ministros Luigi Facta, en cambio, adoptó una actitud prudente, ya que políticos que habían coincidido con Mussolini le habían informado de su intención de marchar verdaderamente hacia Roma con sus “camisas negras”, como eran llamados los escuadrones fascistas.