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Cuando Jesús primero proclamó las buenas nuevas del reino de Dios a sus vecinos de Nazareth, se encontró con una gran incredulidad. La misma familiaridad con Él, los encegueció frente a su colosal misión. Muchos de nosotros hemos estado familiarizados con las palabras de Dios desde la infancia. Hemos oído las narraciones, los sermones, y las parábolas tan a menudo que es difícil imaginarlas como San Pablo las describe. “La palabra de Dios es viva y activa”.
Espíritu Santo, cuando después abra la Biblia, oro para que Tú enciendas con fuego las palabras para mí.
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