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Se refiere al ejercicio del poder político que caracterizó al sistema político mexicano en la era del sistema de partido hegemónico (del surgimiento del PRI hasta la aparición de los gobiernos divididos). Jorge Carpizo señaló que el Presidencialismo en México denomina la predominancia del Poder Ejecutivo sobre los pesos y contrapesos del régimen político y sobre los mecanismos de decisión política en el periodo citado, gracias a que la institución presidencial pudo hacer uso de facultades constitucionales y metaconstitucionales que le otorgaron al Presidente poderes por encima de los demás órganos del Estado.
Dentro de las facultades constitucionales del titular del Poder Ejecutivo federal está la de ser el jefe de la administración pública y gobierno como Poder Ejecutivo y personalizar la estructura orgánica del Estado como jefe de éste. Desde esta perspectiva tiene la facultad para nombrar y remover libremente a los miembros de su gabinete, así como a los funcionarios importantes; es el Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas; puede celebrar tratados y negociaciones diplomáticas; propone, promulga y ejecuta las leyes que expida el Congreso de la Unión; convoca al Congreso a sesiones extraordinarias; habilita toda clase de puertos y establece aduanas marítimas y fronterizas; presenta a consideración del Senado, la terna para la designación de Ministros de la Suprema Corte de Justicia, etc.
Dentro de las facultades llamadas metaconstitucionales se describían todas aquellas emanadas del hecho de que el titular del Ejecutivo se ostentaba como el líder del partido hegemónico. Esto en función de que una vez que la estructura de dominio y organización interna del partido se centralizó bajo el mando del Comité Ejecutivo Nacional (CEN), y dentro de éste en el presidente del mismo, que a su vez era una persona que era nombrada por el Ejecutivo, el Presidente de la República adquiría un control inherente sobre la organización del partido hegemónico y sobre las nominaciones más importantes de la clase política (podía designar a su sucesor, nombraba senadores, gobernadores, la mayoría de diputados, los presidentes municipales de los más importantes ayuntamientos; además, controlaba los principales sectores, que conformaban al partido, representantes de las organizaciones más poderosas del país). Esta circunstancia particular se modificó cuando en el sistema de partidos se generó mayor competitividad en la oposición a fines del siglo pasado y las reglas de acceso al poder de la clase política dejaron de estar monopolizadas por el partido hegemónico.
Algunos observadores han señalado que la experiencia del Presidencialismo en México sólo tuvo como limitante la prohibición de la reelección que impidió que quien ostentara la Presidencia de la República pudiera perpetuarse en el poder indefinidamente.