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Respuesta:
¡Las cinco en punto de la mañana! ¡Levántense, madrugadores!
Pero hoy, ¿quién no tiene un despertador junto a su cama? ¿Quién no lleva un reloj en su muñeca?
La vida era muy silenciosa. Cantaban los pájaros, sonaba el viento y el río. Pero no había música. Los vecinos se reunían los domingos en la plaza para escuchar a la banda del pueblo. En las fiestas patronales había cantos y comparsas. Y de vez en cuando, un amigo nos visitaba con su guitarra y tocaba lindas melodías.
Pero fue la radio la que trajo la música, una música diaria y permanente, a nuestros hogares. Y a la caseta del guardián. Y a las cantinas, con tonadas rocoleras. Y a las cocinas, con baladas románticas. Y, sobre todo, a los autos donde choferes impacientes se serenaban escuchando sus canciones solicitadas. La radio le puso fondo musical a la vida cotidiana.
Pero la tecnología personalizó la música. ¿Por qué esperar al capricho del locutor para escuchar la música que me gusta? Quiero este rock, quiero aquella tecnocumbia… ¿esperaré al siguiente programa para oírla? Ya no se necesita. Meto en mi celular las canciones y las oigo cuando quiero. Yo soy mi propio dj. Ya no necesito la radio para alegrarme la vida. Miles y miles de jóvenes caminan por las calles con sus audífonos, ausentes del ruido ambiental.
Desde sus inicios, la radio se convirtió en el cartero más rápido y eficaz. Por la radio se saludaban cumpleañeras y enamorados. Se avisaba el nacimiento del bebé y el fallecimiento del abuelo.
—Se avisa a don Pedro Martínez que su mula apareció en la esquina del mercado. Que vaya pronto a buscarla.
Pero llegó el correo electrónico. Y los avisos se volvieron inmediatos. Y llegó el Facebook y el WhatsApp. Y los saludos ahora van con fotos. No necesito la radio para estos intercambios.
Al principio, los periódicos se pusieron celosos con la radio. Ésta les ganaba la carrera informativa. Los oyentes no tenían que esperar a mañana para enterarse de lo ocurrido hoy. La prensa daba las noticias del último día. La radio las de última hora. Locutores y locutoras se jactaban de ser las atalayas del mundo.
La gente se informaba por la radio. Y por la televisión. Pero hoy, con un celular, cualquier ciudadano de a pie puede dar noticias de último minuto. De último segundo. Todo el mundo puede ser periodista. Los políticos escriben sus tuits. La información está en Internet, escrita, hablada y vista. La radio perdió su gran utilidad informativa.