Respuestas
De dos modos el adolescente obtiene el reconocimiento: por conformidad –ser como los demás– o por distinción –ser distinto y hacer que los demás valoren esa diferencia–. Ser como los demás representa una garantía de aceptación social. Buscar el reconocimiento por distinción le sirve para afirmarse y construir su identidad.
El niño interioriza las imágenes y las propuestas que los otros tienen de él para construir ese adulto que será. Pero una subjetividad no es una unidad sino una multiplicidad. Sus diversos aspectos son relativamente autónomos los unos respecto de los otros: el profesional, el familiar, el amoroso, el político. Pensar al sujeto como devenir es ubicarlo en la categoría del tiempo y de la historia.
¿Cómo logra el adolescente no ser demasiado vulnerable a los cambios corporales, a las diversas realidades que debe habitar y a las múltiples turbulencias? ¿Cuáles son los márgenes de maniobra ante el sufrimiento? Por un lado, la anestesia de los fármacos, del alcohol y las drogas, la calma ficticia de ciertas corrientes orientales y del new age. Por el otro, la estrategia de comprometerse con vínculos y proyectos individuales y colectivos.
Hoy “se usa” el compromiso light. Se propician el desapego emocional evitando compromisos y la indiferencia afectiva protege de las decepciones. Esta huida ante el sentimiento genera dependencias: drogas diversas y otras adicciones. ¿Por qué un joven empieza a consumir droga? Porque la sociedad valoriza el vértigo y la excitación y porque los narcotraficantes tienen mucho poder. Porque no se anima a ser diferente. Porque sus ídolos consumen. Porque padece de un tedio insoportable. Porque los padres se atracan con ansiolíticos o antidepresivos.
En la posmodernidad se rechazan las certidumbres de la tradición y la costumbre, que habían tenido en la modernidad un papel legitimante. Se han disuelto los marcos tradicionales de sentido. Frente al estallido de las normas tradicionales, el adolescente no cuenta con una guía unívoca. Este “politeísmo de los valores”, esta ausencia de brújulas éticas le exige ser exitoso en diversos registros: físico, estético, sexual, psicológico, profesional, social.
La clínica del adolescente ha oscilado entre enfatizar sufrimientos, violencias, duelos y una idealización como tiempo pleno de vida. Su padecer se manifiesta como oscilaciones de la autoestima y de la identidad; desesperanza; inhibiciones diversas; apatía; trastornos del apetito; ausencia de proyectos; identidades borrosas; impulsiones; adicciones y labilidad en los vínculos, auto y heterodestructividad.