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El movimiento obrero argentino tiene una larga y compleja historia de luchas. Con el movimiento independentista comenzó la abolición de la servidumbre y la encomienda a que estaban sometidos los indígenas y la esclavitud a que estaban sometidas las personas secuestradas en África y sus descendientes, por el Imperio español. Los gauchos llevaron adelante una contienda contra los estancieros por la tierra y el ganado cimarrón, que fue recogida por una literatura gauchesca basada en valores de justicia social y solidaridad.
Las organizaciones obreras comenzaron a crearse poco después de la mitad del siglo xix, tanto por la comunidad de obreros afroargentinos como por grupos socialistas y anarquistas llegados en la gran ola de inmigración, primero como mutuales y luego como sindicatos. Con los primeros gobiernos democráticos elegidos por voto secreto y obligatorio, el sindicalismo creció, las huelgas fueron legitimadas y la negociación colectiva fue promovida, aunque simultáneamente el movimiento obrero fue objeto de grandes masacres. A partir de la década de 1920 se desarrollaron grandes y poderosos sindicatos por rama de industria que confluyeron en la Confederación General del Trabajo (CGT), incorporarando a la clase obrera como protagonista de la historia argentina. A partir de 1943 los sindicatos influyeron fuertemente en la formación del peronismo, accediendo al poder político en varias ocasiones. En la segunda mitad del siglo xx, la persecución al peronismo y las violaciones de derechos humanos cometidas por las dictaduras y el terrorismo de Estado, tuvieron al movimiento obrero como una de sus principales víctimas.
Luego de la recuperación de la democracia en diciembre de 1983 y la plena vigencia de los derechos sindicales, hubo un fuerte crecimiento de la cantidad de sindicatos, a razón de 63 sindicatos nuevos por año. La adhesión a los sindicatos registró un repunte en la década de 1980, un retroceso en la década de 1990 —en la que aparecieron organizaciones piqueteras de desocupados— y un nuevo repunte en las dos primeras décadas del siglo xxi, plazo este último en el que el sindicalismo argentino logró por primera vez en su historia discutir anualmente los salarios y condiciones de trabajo en negociaciones colectivas anuales y a la vez multiplicar por cuatro la cantidad de representantes sindicales electos por el personal en los lugares de trabajo.1
Desde fines del siglo xx, la globalización ha impactado en el movimiento obrero argentino, impulsando la actividad sindical internacional, en organizaciones sindicales regionales y globales.
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