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Los estereotipos de género tienen gran influencia en los hábitos de
alimentación de los adolescentes costarricenses y los padres de familia los
refuerzan, destaca un estudio realizado por expertos del INCIENSA, la
Universidad de Costa Rica, la Universidad Nacional y la CCSS.
Un total de 192 adolescentes, de 8 escuelas rurales y urbanas de San José,
con edades entre los 14 y los 17 años y 64 padres de familia, de diferente nivel
socioeconómico, participaron en este estudio cualitativo descriptivo, efectuado
mediante la conformación de 32 grupos focales.
Los resultados, publicados en la revista American Journal Health Promotion
2015, 29 (5): 303-310, evidenciaron la relación directa y diferencial con los
conceptos femenino y masculino de la cultura patriarcal, indicó el investigador
principal del estudio, Dr. Rafael Monge, del INCIENSA.
El consumo de comidas rápidas, comidas chatarra, frituras, carne,
chocolate, harinas y “cualquier cosa que quite el hambre”, es asociado, por ambos
sexos, con ser masculino, al igual que comer rápido y mucho; a aquellos que se
apartan de esta práctica los consideran poco masculinos u homosexuales. Por su
parte, el consumo moderado de alimentos, comer frutas y vegetales unido a comer
despacio, lo consideraron propio de las mujeres o de hombres homosexuales o
gay.
Las opiniones sobre comida no saludable como elemento propio de la
masculinidad, están estrechamente relacionadas con el nivel del desarrollo
cognitivo que se tiene en la adolescencia para analizar situaciones complejas; no
son tanto por validar la masculinidad hegemónica.
“En esta etapa de la vida el desarrollo cognitivo está más orientado a lo
concreto, el pensamiento para comprender lo que ocurre, va a los extremos: negro
o blanco, sin visualizar la gama de colores, lo que se adquiere en etapas
posteriores, por tanto establecer una diferencia clara y diáfana entre hombres y
mujeres es una situación propia de la adolescencia, al igual que la diferenciación
de la heterosexualidad y la homosexualidad, eso no significa que los adolescentes
tengan una intolerancia a la orientación homosexual, sino que es reflejo de su
búsqueda para diferenciar entre lo masculino y lo femenino”, explicó el Dr. Monge.
De acuerdo con los resultados de este estudio, los padres perciben el
control del peso, a veces obsesivo, de sus hijas como un comportamiento propio
de las mujeres para ser femeninas, “pues son vanidosas y tienden a buscar la
imagen corporal”. De acuerdo con el Dr. Monge, “este aspecto es preocupante
porque la construcción de la feminidad, a partir de la apariencia física, por medio
de la alimentación, incrementa el riesgo de trastornos alimentarios”.
“La “vanidad” como manifestación de su feminidad las obliga a dejar de
comer y esto lleva a un mayor riesgo de desórdenes en la alimentación como la
bulimia y la anorexia, así como a un mayor riesgo de obesidad. Ante la fuerte
presión por mantener la imagen idealizada las adolescentes quedan como simples
receptoras del mandato social, sin reflexionar sobre las consecuencias. Además,
por esta misma vanidad el ejercicio físico se deja de lado, pues el estar
despeinadas “mal presentadas” es considerado poco femenino”
Poner a disposición de los promotores de la salud estos resultados es uno
de los principales aportes de este estudio, porque esta información es esencial
para elaborar e implementar estrategias para la modificación de hábitos
alimentarios ante la complejidad que esto conlleva, señaló finalmente el Dr.
Monge.
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