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Activismo pop
Catalina Ruiz-Navarro
14 mar. 2012 - 5:00 p. m.
Por: Catalina Ruiz-Navarro
"¡La revolución no será tuiteada!" dijo Malcolm Gladwell en The New Yorker en el 2010.
Unos meses después ocurrió la Primavera Árabe, uno de los primeros ejemplos de cómo las redes sociales podían generar movilizaciones humanas, un salto de la pantalla a al vida real que también se vio con Los Indignados de Madrid y de Wall Street. En el 2008 se vio el gran poder de la campaña de Obama que recogió alrededor de medio billón de dólares por medio de micro donaciones vía Internet. El año pasado vimos el miedo que produce Annonymous, y la amenaza al Statuo Quo que representa Wikileaks.
Kony 2012 ha sido el fenómeno mediático de la última semana en las redes sociales. Hay que admitir que aunque parece un publirreportaje, el video de 30 minutos es empático y conmovedor; una producción brillante. Usa todos los recursos que el cine de Hollywood ha inventado para vendernos Coca-Cola, esta vez, para contagiarnos de indignación frente a un terrorista loco que secuestra niños y los entrena para matar. Lo que se le critica al video es justamente lo que lo ha hecho exitoso: ha simplificado moralmente el problema, lo ha puesto en términos de buenos y malos, Sauron y Frodo, nos ha dado la información masticada y sesgada para que sea irremediable tomar partido.
El problema, claro, es mucho más complejo. Kony no salió de la nada, es el sucesor de Alice Lakwena y miembro de un culto milenarista que afirma que los espíritus hablan a través de sus líderes. El norte de Uganda tiene una población poco educada y vulnerable a este tipo de paladines, especialmente porque la élite educada fue muerta o forzada al exilio por Idi Amin en los 70’s. El problema social del país africano no se resolverá con atrapar a Kony, que es un síntoma de inequidades sociales que entre otras cosas, fueron provocadas por la colonización inescrupulosa que sufrió África a cargo de los mismos países que hoy tratan de ayudarlos. Del video se derivan otros problemas, por ejemplo, si los guardaespaldas de Kony son niños, ¿habría que “darlos de baja en combate” para atrapar al líder? También el video propone que para atrapar a Kony hay que aliarse con el ejército y el Estado de Uganda, conocidos violadores de Derechos Humanos.
Es evidente que los problemas del mundo son más complicados que la ficción y que la ONG Invisible Children ha usado un recurso manipulador para sumar gente a su causa. Pero también es cierto que si hubieran sacado un video más real y complejo (como era la estrategia previa según el director de la ONG, Jedidah Jenkins) no nos habríamos tomado el tiempo de verlo y no habría tenido el impacto internacional que tiene Kony hoy día. También hay que admitir que muchos gobiernos del tercer mundo solo le hacen caso a los problemas locales si Estados Unidos los presiona.