quién del misero jacal donde se vive como esclava siempre abajo la vigilancia del amo o del hosco y sañudo
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MÉXICO, D F, 25 de noviembre (apro)- ¡Ah! ¡Humanos, que importantes hemos sido en sus vidas! Recuerden que un gran emperador, el mongol Genghis Khan, conquistó y rigió un imperio de jinetes nómadas que se extendía a través de Asia hasta el interior de Europa, desde el Océano Pacífico hasta el Mediterráneo También o hemos sido en sus vidas, honorables mexicanos, por eso, en sus proyectos para celebrar como se merecen sus 200 años de Independencia y 100 de su Revolución, esperamos que no falte algún homenaje al caballo
Sí, de acuerdo, el caballo, que simboliza la libertad al igual que la necesidad del hombre de someter lo salvaje, lo libre, lo independiente de su persona, en un principio, desafortunadamente, fue uno de los más importantes elementos para sojuzgar a los antiguos mexicanos, los cuales, por su desconocimiento de los mismos, en sus primeros choques con los españoles, creyeron que hombre y montura eran un mismo ser (pensamiento que no tiene nada de extraño y menos de absurdo; recordemos que lo mismo pensaron los griegos de la antigüedad en sus primeros encuentros con los jinetes escitas)
Según cuentan las crónicas, Cortés pudo terminar su conquista gracias a su caballo En la batalla de Otumba, ya derribado de su montura y los guerreros aztecas estaban a punto de capturarlo, su caballo Montilla con sus coces y mordiscos los estorbó, con lo que dio tiempo para que lo auxiliaran oros españoles y lo libraran de que lo hicieran prisionero y que su cabeza fuera a adornar, con toda probabilidad, el Templo Mayor de México
Luego, en La Colonia, el caballo continuó teniendo importancia; en ella jugó un papel muy relevante, significó no sólo poder, sino que fue también algo así como un sobresaliente peldaño de la escalera social: para el español nacido en la península, expresó y afirmó su condición de conquistador, de ser superior; para el criollo, el mestizo y el indio, su ascenso en la Jérica social, con lo que los nuevos mexicanos fueron haciendo al caballo cada vez más y más suyo y también de lo que el mismo simboliza: la libertad y también de los embriagadores ímpetus liberadores que la misma genera
¡Ah!, con qué razón la desmedrada y corta partida de seguidores de Demetrio Macías, protagonista de la novela Los de abajo, "?hacían galopar sus caballos como si en aquel correr pudieran posesionarse de toda la tierra" y "cantaban, reían y ululaban, ebrios de sol, de aire y de vida", pues en ese galopar de sus caballos, olvidaban sus penas, en ese galopar "¿quién se acordaba ya del severo comandante de la policía, del gendarme gruñón, del cacique enfatuado? ¿Quién del mísero jacal, donde se vive como esclavo, siempre bajo la vigilancia del amo o del hosco sañudo mayordomo, con la obligación de estar de pie antes de salir el Sol, con la pala y la canasta, o la mancera y el otate, para ganarse la olla de atole y el plato de frijoles del día?"
Y no hay que olvidar que no pocos de esos caballos de los revolucionarios, como la mayoría de sus jinetes, fueron seres salidos del duro trabajo del campo, como lo demuestran las siguientes líneas de Desiderio González en sus memorias tituladas Fui soldado de levita, caballejos que en su entrada a la ciudad de México con las tropas revolucionarias, "?en vano sus jinetes trataban, tirando de las riendas, de levantar las caídas cabezas", pues "? estaban más deseosos de un buen forraje y un largo descanso"