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la consecuencias de la muerte es que ya te muriste
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El siglo XX se ha caracterizado por los innumerables progresos logrados por el
hombre en el terreno científico. Ha sido el siglo de la gran revolución tecnológica que
ha modificado sustancialmente, el terreno de las comunicaciones. También se ha
caracterizado por los grandes avances en el diagnóstico y tratamiento de multitud de
enfermedades.
Durante su transcurso se han desarrollado de una manera espectacular el tras-
plante de órganos, la cirugía cardíaca y la oncología, con todo lo que esto supone de
avance clínico e investigador y de mejora de la calidad de vida. Al mismo tiempo ha
sido el siglo donde el hombre ha llegado a la luna y se han puesto unas bases sólidas
para la conquista del espacio.
Junto a todos estos logros, fruto de la inteligencia humana, también han brota-
do de la libertad del hombre, otros acontecimientos que han empañado en gran medi-
da los éxitos alcanzados. El siglo pasado ha estado marcado, y de una enorme mane-
ra, por las dos guerras mundiales, por los múltiples conflictos internacionales y por
infinidad de conflictos armados en diferentes partes del globo terrestre.
A todo esto hay que sumar los estragos cometidos, en el terreno de las ideas y
en el progreso de la vida material de los pueblos, por las dos grandes filosofías totali-
tarias, el nazismo y el comunismo. Y sus consecuencias han sido tan intensas que
están condicionando, en gran medida, los inicios del siglo XXI.
Con ser todo esto muy negativo y haber sido motivo de graves problemas para
el desarrollo de los pueblos y de haber causado grandes sufrimientos a multitud de
personas, particularmente estimo que el evento más pernicioso acaecido en el siglo
pasado ha sido la aceptación social del aborto como un componente más de nuestra
sociedad.
Desde hace más de veinte siglos, desde que Europa fue culturizada por la civi-
lización cristiana, se ha avanzado mucho en la defensa de la persona y de su dignidad,
de modo particular de los más débiles. En este contexto, el aborto siempre ha sido
considerado un gran mal, que se cometía contra un inocente, y que además originaba
nuevos sufrimientos.Por el contrario, hoy es considerado por algunos como un método anticoncep-
tivo más, y se quiere utilizar políticamente como mecanismo eugenésico para elimi-
nar de la sociedad determinadas patologías.
Otros exigen su legalización como si se tratara de un “verdadero” derecho de
la mujer a disponer de su propio cuerpo. De esta manera se pretende crear un derecho,
producto de la ley humana, contrario a la Ley de la Naturaleza. Y al tiempo quieren
ignorar que el feto y el embrión humanos también tienen derechos –nunca expectativa
de derechos- , y que el primero de todos los derechos, porque sin él no existe ningún
otro, es el derecho a la vida.
Todos estos planteamientos, que no tienen base científica alguna a pesar de
que algunos hayan intentado defenderlos esgrimiendo falsas razones, han tenido y
tienen una gran trascendencia para toda la sociedad. Y esta trascendente gravedad
radica en el simple hecho de haberse llegado a una situación de desprecio absoluto
hacia la vida del no nacido.
A no darle, o darle muy poca importancia al hecho, dramático y tremendo a la
vez, de eliminar un feto humano, un niño, como si fuese una simple “cosa”.
Con verdadero dolor se oye decir en algunos programas televisivos: “¿Y por
qué no te vas a quitar la barriga? Tienes que vivir la vida”. “Quitar la barriga” como si
se tratase de un grano que ha salido en la espalda. “Y vivir la vida” quitándosela a
otro.
Todos estos planteamientos, que se han saldado con un altísimo coste en vidas
humanas, han conducido a desposeer al embrión y al feto de toda su dignidad.
Se pretende dar carta de normal ciudadanía al maltrato del débil de la manera
más cruel, como es desposeyéndolo de sus derechos más elementales. Se intenta bus-
car un mundo feliz donde no existan personas dependientes, y para ello se las elimina
brutalmente en el claustro materno, ¡precisamente en ese santuario donde naturalmen-
te deberían estar más protegidas y seguras!
En definitiva se ha trivializado, como nunca hasta ahora había sucedido, el va-
lor de la vida humana al tiempo que se ha mutilado de una manera considerable la
dignidad de todo hombre.
Su Santidad el Papa Francisco, afirmaba el día 13 de Enero del presente año,
en la recepción concedida al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede que
“suscita horror sólo el pensar en los niños que no podrán ver nunca la luz, víctimas
del aborto”.
El Instituto de Política Familiar indicaba que en España, desde el año 1985 en
que fue aprobada por el gobierno González la primera ley de interrupción voluntaria
del embarazo, hasta finales de 2012 se habían alcanzado la cifra de 1.693.366 abortos.
Es decir en veintisiete años se han practicado en España ¡casi un millón setecientos
mil abortos!