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El protagonista de esta historia es un hombre que había sido toda su vida muy dócil y humano; se había casado joven y en su casa tenía mucho animales que amaba: pájaros, peces, un perro, conejos, un mono y su preferido, un gato negro llamado Plutón. Sin embargo, el hombre comenzó a volverse más huraño y agresivo por culpa del alcohol, y se puso violento contra su mujer y sus animales, y por último incluso con Plutón.
Una noche, al regresar a su casa, notó que el gato lo esquivaba y trató de levantarlo por la fuerza, pero este se defendió con las garras y, como respuesta, el hombre le arrancó un ojo con su cortaplumas. Con el tiempo el gato volvió a sanar, pero su presencia le irritaba cada vez más al personaje, porque le recordaba que ya no lo amaba. A consecuencia de ello, y a lo que él mismo llamó «perversidad», un día lo ahorcó con una soga en un árbol.
La misma noche en que ahorcó al animal, su casa se prendió fuego. Tanto él como su esposa pudieron escapar, pero el lugar quedó destruido, con excepción de un muro. En este se llevó la gran sorpresa de encontrar, como grabado en relieve, la imagen de un gigantesco gato ahorcado. El hecho le dejó una gran impresión y durante algún tiempo produjo en él sentimientos similares al remordimiento, por lo que empezó a buscar nuevamente un animal como compañía.