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Si bien no se puede determinar un momento exacto en la historia del primer caso de secularismo (habría que buscar la primera sociedad en relación con una religión y cómo su relación se desmorona), podemos remitirnos a los inicios de movimientos autodeclarados seculares, así como a la aparición del término mismo. En Occidente, entre los siglos XV y XVI, el panorama político en Europa estaba mezclado en gran medida con el religioso dentro de una sociedad de tipo monárquico, de manera tal que muchos gobiernos hacían cumplir sus normas con justificativos religiosos de por medio, incluso aunque estos contradijeran y no fueran norma respetada o establecida por la Iglesia. Con el surgimiento de la Reforma Protestante, las autoridades civiles fueron apartándose de la tradicional necesidad de un aval por parte de la Iglesia de Roma. De este modo, cada competencia que perdiera el papado recaería de forma natural sobre el correspondiente gobernante secular (una idea que el propio Martín Lutero transmitiría de manera inequívoca al príncipe elector de Sajonia Juan en toda su correspondencia, especialmente a lo largo del año 1529).4
Según el historiador Arnold J. Toynbee, es a finales del siglo XVII cuando, a raíz de las guerras de religión que asolaron Europa, tuvo lugar, por parte de pensadores y filósofos, una transferencia «deliberada y consciente» de interés desde el ámbito religioso hacia la promoción de la ciencia y la técnica. A partir de entonces se produciría una progresiva difusión del movimiento secularizante a círculos cada vez más amplios de la sociedad, contribuyendo a esto el surgimiento de organizaciones impulsoras del conocimiento como la Royal Society, constituida oficialmente en 1662.5
Más tarde, muchos grupos de poder económico y miembros de la nobleza contrarios a los mandatos establecidos por el estado comenzaron a idear reformas para cambiar la forma en la que se hacía política, así también con la forma de hacerse con el poder. De esta forma nace el movimiento de la Ilustración francesa y alemana del siglo XVIII, el cual se presentaba como un movimiento en contra de la ignorancia y el misticismo, a los que había que acabar por medio de la difusión de las ciencias y el empleo de la razón. Si bien este movimiento tuvo muchos exponentes cristianos en sus inicios (Blaise Pascal, Gottfried Leibniz, Galileo Galilei), también aparecieron críticos de la religión proponiendo tratados que establecían los límites entre lo que la religiosidad impone y la vida civil, identificando esta última con la mayoría de edad o madurez del ser humano. Estos últimos enseñaban que frente a un mundo regido por las creencias y normas religiosas, era posible una sociedad de individuos racionales, guiados por principios laicos y máximamente universales.
Desde el punto de vista ideológico de un secularista de la Ilustración, la secularización es el cumplimiento del ideal kantiano de la «mayoría de edad» del hombre. Este «ya no necesita» la tutela de la religión, sino que puede pensar y decidir por sí mismo.
George Jacob Holyoake, considerado el padre del secularismo inglés, gran activista de la secularización, definía lo secular como aquello que en esta vida podía ser controlado por la experiencia.6
Esta forma de pensamiento fue utilizada ya a finales de la Ilustración y a comienzos de la Revolución Industrial como vehículo para acabar con las monarquías y la nobleza, y beneficiada por varios grupos económicos fue llevada a cabo en 1789 con la Revolución francesa, así como iniciando una cadena de independencias revolucionarias que si bien tuvieron una razón política y económica, terminaron subvencionando a mucha gente que estaba contra la Iglesia en ese momento.
De esta forma a comienzos del siglo XX empiezan a aparecer los movimientos de separación anexional de la Iglesia y Estado, ya dictaminados dentro del margen de las constituciones, así como a favorecer el derecho a muchos medios de comunicación y movimientos a promover ideologías en contra de las mismas religiones.
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