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Hubo una vez un mercader que era dueño de inmensas riquezas en esclavos, oro y joyas. Viendose obligado a tomar un viaje para arreglar ciertas cosas, se aprovisiono de galletas y bebidas para alimentarse, mientras su viaje por el desierto.
Partió, y en unos días llego a su destino, puso en claro sus negocios y emprendió el regreso. Cansado por el caliente sol, su rostro se alegro al descubrir un pequeño oasis a un lado del camino. Se dirigió a el y, cuando llego a la fresca sombra de los árboles, bajo del caballo y se sentó. Y saco lo que quedaba de sus últimas provisiones.
Los huesos los fue arrojando a su alrededor, y, concluido su banquete, se lavo las manos y los pies como buen musulmán.
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está una ves un mecader y un efrit
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