Respuestas
Respuesta:
eriores,
puramente imaginaria, soñada o pegadiza y mimética, sino absolutamente cabal ; como que se
trata de un morir y resucitar, de una auténtica
"vida nueva".
De lo dicho se desprenden los dos criterios capitales para discernir cómo ha de ser la educación religiosa, pues ahora estamos ya en condiciones de responder a nuestra pregunta inicial. Cuando se habla de "enseñanza religiosa", de lo que
en realidad se trata es de introducir al educando —o, dicho con más rigor, de hacerle adquirir
conciencia de que el cristianismo le ha introducido— en un mundo sobrenatural. No hablemos.
pues, en primer término de enseñanza de la doc-
(1) Cfr. Ortega: Obras completas, V, 445. mental, en cuanto nos proveen de la llave con la
que penetrar en un "mundo" —sido o siendo— diferente del nuestro, lejano en el espacio o en el
tiempo ; en otra posibilidad, en otro modo de ser
hombre (1).
¿A cuál de estos dos tipos de estudios se asemeja más el de la religión? Sin duda el cristianismo contiene una doctrina que puede ser expuesta y aprendida sistemáticamente : no otra
cosa es la teología y, en grado más elemental, el
catecismo. En este sentido, su estudio se emparenta, claro está, con el de las "ciencias". Pero
lo esencial del cristianismo no consiste en habernos traído una doctrina nueva y fundamental, y
ni siquiera un "saber de salvación", sino en el
traslado entitativo del mundo de la muerte al
mundo de la vida, que él cumple, en la posibilitación que nos brinda, de llegar a ser, en Cristo,
"hombre nuevo". En este sentido, la enseñanza
de la religión debería parecerse, más que a la de
una ciencia, a la de una lengua. Mediante el francés podemos establecer relaciones con la nación
vecina, conocer su literatura, su espíritu, sus costumbres, ganar amigos de aquel país, viajar por
él, descubrir mil aspectos suyos que permanecen
ocultos al viajero desconocedor del idioma. Análogamente, merced al conocimiento de la lengua
griega nos trasladamos al mundo de la Iliada y
de Esquilo : un mundo radicalmente distinto del
nuestro y que, sin embargo, está en nuestro origen.
Con todo, este ingreso en otro inundo por ministerio de las lenguas es muy relativo. En cuanto ingreso, sólo lo es imaginativa, espectacular,
nunca realmente. Puedo revivir en mi fantasía el
mundo de los griegos; pero me es imposible saltar sobre los siglos para instalarme "de verdad"
en él. Puedo extranjerizarme, adquirir los hábitos, los gustos, las maneras propios de otro país;
no puedo, so pena de enajenarme (y aun así), dejar de ser el español que soy. Y, por otra parte,
aun cuando pudiese entrar plena y efectivamente
en ese otro mundo, griego antiguo o francés moderno, la "distancia" entre el que dejo y el que
asumo sería siempre incomparablemente menor
de la que media entre el mundo natural de cada
dia y el inundo sobrenatural en que nos introduce, ahora sí que de verdad, la religión. Pues
esta entrada no es, como en los casos anteriores,
puramente imaginaria, soñada o pegadiza y mimética, sino absolutamente cabal ; como que se
trata de un morir y resucitar, de una auténtica
"vida nueva".
De lo dicho se desprenden los dos criterios capitales para discernir cómo ha de ser la educación religiosa, pues ahora estamos ya en condiciones de responder a nuestra pregunta inicial. Cuando se habla de "enseñanza religiosa", de lo que
en realidad se trata es de introducir al educando —o, dicho con más rigor, de hacerle adquirir
conciencia de que el cristianismo le ha introducido— en un mundo sobrenatural. No hablemos.
pues, en primer término de enseñanza de la doc-
(1) Cfr. Ortega: Obras completas, V, 445.
Explicación:
Respuesta:
a prender sobre dios mas a saber como surgio todo y much as cosas