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El diálogo es una manera de comunicación verbal o escrita en la que se comunican dos o más personas en un intercambio de información, alternándose el papel de emisor y receptor.1 Siguiendo esta definición, en un diálogo hay que tener en cuenta lo siguiente:
Para que se produzca el diálogo, es indispensable un intercambio de papeles entre los denominados interlocutores. Este cambio de papeles entre emisor y receptor se denomina turnos de palabra o intervenciones.2
Estrictamente el diálogo es oral, pero también puede encontrarse escrito, como ocurre en las novelas. Al mismo tiempo se utiliza signos no verbales, como son los signos paralingüísticos y los signos cinésicos. Entre los signos paralingüísticos destaca la intensidad de la voz, y entre los signos cinésicos destacan los gestos y las posturas.
También se usa como la tipología textual en la lingüística y en la literatura cuando aparecen dos o más personajes al usar el discurso diegético, llamados interlocutores. Razón por la cual constituye la forma literaria propia del mismo género (dramático), así mismo, se divide en parlamentos (retórica) u oraciones entre personajes que se dirigen mutuamente la palabra.
Un diálogo puede consistir desde una amable conversación hasta una acalorada discusión sostenida entre los interlocutores; empleado en géneros literarios como la novela, el cuento, la fábula, el teatro o la poesía. En una obra literaria, un buen diálogo permite definir el carácter de los personajes: la palabra revela intenciones y estados de ánimo, en definitiva, lo que no se puede ver, por consiguiente en ello radica su importancia. Esta modalidad exige un gran esfuerzo de creación, ya que obliga a penetrar en el pensamiento del personaje, como en el caso de Edipo rey de Sófocles.
También se considera un género literario propio, surgido en Grecia con los Diálogos de Platón, continuado por los romanos (Cicerón, por ejemplo) y revitalizado en el Renacimiento en latín (Erasmo de Róterdam, José Luis Vives, etc.) y en lenguas vulgares (Juan de Valdés, Pablo Mejía, etc.), Como tal posee tres tipos diferenciados: el diálogo platónico, el diálogo ciceroniano y el diálogo lucianesco. El platónico tiene como objetivo hallar la verdad, con miras a un tema primordialmente filosófico. El ciceroniano posee un marco paisajístico bien constituido, es de tema primordialmente político, judicial y retórico con el fin de que en él tienen cabida largas exposiciones. En el lucianesco, así llamado por su creador, Luciano de Samosata, predomina la intención satírica y el humor por eso el tema puede ser muy variado, incluso fantástico.